Locas por las plantas

En la cultura de internet es cada vez más habitual encontrar memes o referencias a eso de que un día eres joven y al día siguiente te da paz mental ver la cocina recogida, te paras a mirar los catálogos del súper… Pues bien, yo añadiría a esa lista que un día te levantas y te vuelves una amante de las plantas y la jardinería.

Hace unos años, cuando me mudé a Madrid, hubo más de una persona que me preguntó, en relación a la mudanza, si no tenía plantas. Cuando decía que no la gente se rayaba mucho, en plan “¿Pero de verdad no tienes plantas en casa?”. Y claro, a más de una se le ocurrió regalarme alguna, me proponían como plan ir a un vivero, a mercadillos de plantas.

Literal que una vez me propusieron como plan de salir ir al Verdecora a echar la tarde. ¿Era obligatorio cubrir una cuota de plantas por vivienda y no me había enterado? Obviamente no, lo que ocurre es que yo en esa época aún llevaba un ritmo de vida como más easy going, más de niñateo quizá, no veía el piso como un hogar sino como un sitio de paso mientras estudiaba. 

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Un par de años después conseguí irme a vivir sola a un miniapartamento. Y, os juro que, al llegar a la sección de jardinería de Ikea, sentí la llamada. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué de repente me moría por comprar dos drácenas? ¿Por qué quería una balda entera para coleccionar suculentas? Poco a poco me fui transformando.

Empecé a ahorrar para un buen humidificador para las plantas tropicales, compraba online fertilizantes y tierra específica según el tipo de planta… Y todo esto teniendo en cuenta que vivía en una casa enana. Que ni siquiera tenía un balcón o un espacio abierto donde colocarlas.

Llegué incluso a cambiar los muebles de sitio (no todos) para acomodarlas mejor y que no les diera la luz de forma tan directa. Porque claro, alguna se me fue muriendo y eso también era un drama: se secaban, se ahogaban, les entraban bichos… 

Con el tiempo he comprendido que igual me vine muy arriba. Que estaba guay tener algunas plantitas, pero que no contaba con infraestructura suficiente como para montar el sarao que yo pretendía. Sin embargo, hablando con amigas me he dado cuenta de que esa fiebre plantil es muy común. Ahora parece ser que llenar tu hogar de plantas en síntoma de que te haces mayor y, según la casa o la persona, se gestionará de una manera. Recuerdo que una conocida me contó que su mejor amiga tenía una cuenta de Instagram solo para sus plantas y que se había mudado de casa para montar un jardín colgante.

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Creo que el comprar plantas es el nuevo ‘comprarse un coche’ y que esta chica había pasado un Seat a un Lamborghini. Aunque también me consta que si la chica en cuestión pretendía ser influencer de plantas tampoco iba mal encaminada la inversión. 

Hay quien sostiene que ese boom por coleccionar plantas nos viene de esa creciente empatía hacia el medioambiente y todo lo relacionado con la madre tierra: plantar tus propias semillas, hacerte cargo de sus necesidades, ver madurar los frutos, las flores… Quizá tenga algo que ver, pero a mí me da que nos hemos vuelto un poco locas por las plantas porque en algún momento se puso de moda ―sin más―. Pero, sobre todo, porque lo asociamos a una estabilidad.

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La gente que tiene plantas en casa está asentada, no piensa que se vaya a mudar el mes que viene porque sabe que en una mudanza sufren o, incluso, te tienes que deshacer de ellas. De forma inconsciente pensamos que si tenemos nuestra casa llena de plantas estaremos creando un hogar de verdad. Y eso es algo que a la mayoría de los jóvenes nos está costando conseguir. Además, quedan bien en cualquier sitio y mola cultivar tus propios tomatitos cherry.

 

Ele Mandarina