Mi hija siempre ha sido original para tener detalles conmigo, pero este año se ha lucido pero bien.
Yo tuve a mi hija muy joven, la he criado sola y somos más amigas que madre e hija. Este año era diferente porque iba a cumplir 50 años y mi hija, Luna, no paraba de decirme que no hiciera planes para el sábado y que me preparase para una gran sorpresa. Pues ahora te voy a contar todo lo que sucedió.
No tenía ni idea de qué podría ser. Una piensa en cosas típicas como una fiesta sorpresa y un bolso nuevo, pero no, no fue eso lo que preparó mi querida hija.
El sábado por la tarde me metió en el coche con los ojos vendados, me dijo que íbamos a vivir una experiencia única y que me encantaría.
Mientras iba en el coche, me imaginaba un spa, una sesión de masaje o una limpieza de cara. No sé, unos mimitos que a una nunca le vienen mal. Pero no.
Al cabo de un buen rato, llegamos a un sitio que estaba medio abandonado y donde no pasaba por allí ni un alma. Como has podido imaginar, ya me había descubierto los ojos, pero no me dio ni una pista.
Luna se aparcó en una zona que ponía que era de carga y descarga, pero al ser sábado por la tarde, lo ignoró.
Caminamos un rato y llegamos a un sitio que no tenía buena pinta. Yo ya me estaba haciendo a la idea de que un masaje no me iban a hacer. Estuve fisgoneando por los alrededores y tampoco encontré coches de amigos por allí aparcados, por lo que lo de la fiesta sorpresa también lo descargué.
Al entrar descubrí que era un estudio de tatuajes un poco de estraperlo. Mi hija se giró y me hizo un ‘tachán’. ‘Sé que siempre has querido un tatuaje y hoy es el día’
Hombre, inimaginable era, pero me dio más miedo que otra cosa.
Para más inri, ella había elegido el diseño y las dos nos hicimos un diseño raro de círculos concéntricos a modo de órbita que simboliza nuestro amor. La verdad es que mi hija se debería dedicar al márquetin porque yo ahora solo me veo un garabato indescriptible que no se sabe bien si es una rueda de bici pinchada o un huevo pocho.
Cuando salimos de ‘mi maravilloso regalo’, me encontré otro en el capó, una multa de aparcamiento.
Lo cierto es que estoy con un saber agridulce. Por un lado, Luna ha querido hacer algo diferente, pero hubiera agradecido que me consultase al menos. Sí que es verdad que de ser así, no hubiera sido una sorpresa ni una forma colosal de entrar en los 50 por la puerta grande.
Anónimo.