Últimamente cuando leo historias sobre bodas, madres, suegras, etc, todas son dramas, celos, cinismo y envidias. Así que quiero contaros la historia de una seguidora que me contó para que compartiese con vosotras para romper un poco con esta saga de familias tóxicas.
Esta chica se enamoró muy joven de un vecino que había dejado los estudios muy pronto para trabajar en la obra. Venía de una familia humilde (siendo muy imprecisas) y había tenido que trabajar para poder ayudar a su madre cuando su padre los abandonó.
Ellos dos fueron novios en secreto desde los 16 hasta los 18, que decidieron contárselo a la madre de él, que recibió a su futura nuera con los brazos abiertos y con todo el cariño que una suegra puede dar.
Esta señora le preparaba sus galletas favoritas cuando sabía que el estrés de los exámenes la tenía preocupada, se preocupaba de su salud, de la de su familia y de todo lo que a ella le pasase, hasta que un día le propuso que las familias se conociesen.
Tenían ya casi 20 cuando la madre de su novio, bastante recuperada ya de su dramática historia personal, organizó una comida en casa para conocer a sus futuros consuegros.
EL padre de ella era un hombre serio pero amable que siempre trató con respeto al novio de su hija y puso en valor el hecho de que lo dejase todo para ayudar a su familia. La madre de ella había acogido a su yerno como a un hijo más, pues veía cómo cuidaba a su hija y cuan responsable era y creía que no había nada más importante en un chico de su edad.
En aquella comida, su madre y su suegra empezaron a compartir alabanzas la una del hijo de la otra y viceversa, y acabaron hablando de sus propias vidas (muy similares al principio) y de sus deseos de futuro. Desde aquel mismo momento se hicieron inseparables.
El padre de esta chica sufría mucho por pesar en que su yerno se fuese a arrepentir de no haber estudiado y lo animaba a estudiar algo, aunque no fuese una carrera, por si algún día la obra le cansaba y quería dedicarse a otra cosa, tuviera las puertas abiertas (y menos mal). Ellos querían casarse pronto y el dinero que él estaba ahorrando sería para la gran boda que su novia merecía y para poder alquilarse un pisito bonito y formar una familia. Pero su suegro insistió y decidió ofrecerse a pagarle los estudios y ayudarles con la boda, llegado el momento, si él se comprometía a buscarse un futro mejor.
Con sus ahorros personales cumplió su palabra a medias, pues este chico se negó a dejar de trabajar y compaginó ambas cosas para poder pagar él casi todo y que sus ahorros no se viesen comprometidos.
Tres años más tarde él había cumplido su sueño, tenía un título y tenía suficiente como para la boda, no tan pomposa, pero si mucho más que humilde que su novia y él merecían.
Entonces llegó el momento de casarse y buscar un lugar don de vivir. Ella empezaba a trabajar en una oficina con mucho margen de mejora gracias a sus estudios, y él estaba feliz en su taller donde ganaba un buen sueldo. Podían buscar algo más que decente con aquello, pero sus madres le tenían algo preparado.
Desde que la madre de él se recuperó de su situación y pudo empezar a trabajar, empezó a guardar dinero para su hijo, pues creía que era de recibo devolver tanto esfuerzo y sacrificio que él había hecho prematuramente por su familia. La madre de ella había comprado a su hermana una pequeña casita que le había dejado su tía en herencia por cuidarla los últimos años de vida y, con lo que su padre no gastó en la boda y lo que su suegra ahorró los últimos años, pudieron arreglar aquella casita pequeña y hacer un precioso hogar para que sus hijos pudiesen formar la familia que habían soñado desde niños.
No me puedo imaginar lo emotivo que debió ser aquel momento en que entraron por aquella puerta y encontraron las paredes decoradas con sus fotos y una carta de ambas familias donde habían guardado tanto amor.
Su ya marido se puso las pilas pronto para seguir con la reforma de la casa con sus propias manos y preparar las habitaciones de su madre y sus suegros para que siempre que quisiesen o lo necesitasen, tuvieran claro que en aquel hogar tenían un sitio que les pertenecía.
Acaban de tener un bebé y estoy segura de que no hay un niño más amado en el mundo que él, rodeado de tanto cariño y tan tan buen rollo entre las familias. ¡Cuánto me alegro por ellos!
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
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