Me encanta la imagen que proyecto al mundo, me parece maravilloso que las personas piensen que soy una pedazo de mujer fuerte, independiente, segura de sí misma, capaz de comerse el mundo (literal y metafóricamente). Me encanta que eso sea lo que se vea de mí porque justo eso es lo que hay dentro de mí. Fuerza, determinación y empoderamiento.

¿Pero sabéis que pasa? Que hablar de personas no es lo mismo que hablar de objetos, que tú una mesa la puedes definir objetivamente simplemente describiendo lo que ves, lo que tiene, lo que la forma; pero cuando venimos a hablar de seres humanos, por suerte o por desgracia nunca es tan fácil.

Yo soy una mujer fuerte, sí, lo soy. Pero también soy una mujer con entresijos, inseguridades, heridas, tiritas, parches y baches. Soy una tía que tira para adelante, que se echa todo el peso que sea necesario a las espaldas, que si es necesario duerme menos de la cuenta y se desvive más de lo que es necesario, pero claro, todo eso luego pasa factura.

Soy fuerte, no invencible.

Muchas veces, en esos días de bajón, esos días en los que las heridas escuecen más de la cuenta y ya no tienes a mamá para que venga a curártelas, me pregunto si realmente soy tan fuerte como me creo, si todo lo que muestro y he construido dentro de mí no será una farsa, una pantomima, un espejismo, una sombra. Me pregunto una y otra vez si no seré una mentirosa, un quiero y no puedo, una imitación.

Y no, queridas, no soy nada de eso, vosotras no sois nada de eso. Y es que es eso, justo eso, lo que nos hace fuertes, duras como piedras, impermeables, indestructibles. El reconocernos, el sabernos, el entendernos. El poder viajar dentro de ti y saludar a los defectos, a las faltas, a los errores. El pasearte por tus entrañas y abrazar tus miedos, tus inseguridades, tus complejos. El quedarte callada y sola y llorarte, escucharte, mimarte, acariciarte.

Porque sí, soy fuerte, pero también soy débil. Porque sí, soy una mujer segura repleta de inseguridades. Porque sí, soy una tía que se ama centímetro a centímetro, pero también hay kilómetros de mí que odio con todas mis fuerzas. Y eso, queridas mías, está bien, está perfecto. Que nadie te diga lo contrario.

Tú puedes mostrar la parte de ti que más te guste o que más te interese, pero no te pierdas en ella, no te conviertas en algo que no eres, no te reduzcas a poco pudiendo ser muchísimo. Estamos hechas de incoherencias y benditas sean.

‘Las mujeres fuertes también nos sentimos rotas por dentro’, así me he atrevido a titular esta reflexión; ahora me pregunto: ¿hay mujeres débiles? ¿Quién es la persona que señala con el dedo y empieza a diferenciar? Tú débil, tú fuerte, tú débil, tú fuerte.

Nah, todas somos débiles y fuertes, dependiendo de dónde y cuándo nos encuentres. Eso es lo que nos hace bellas, lo que nos hace bonitas, lo que nos hace auténticas.

Quiérete en los altos y en los bajos, rotas estamos todas y que alguien me nieguen la magia de poder ser capaces de amarnos a pesar de ello. Cierra los ojos y siéntente fuerte, sabiéndote débil.