Le vendí unas gafas y acabó invitándome a unas rabas.

 

Era un sábado de verano. Y pensaréis, ¡qué maravilla! playa, solete, 30 grados… pues no. Os desmonto esa idea idílica en “cero coma” corazones.

No porque viva en Cantabria y esos 30° sólo los veamos en el mapa del tiempo del resto de comunidades, sino porque trabajaba en una óptica dentro de un centro comercial, y por lo tanto, me tocaba trabajar religiosamente todos los sábados (y algún Día del Señor también).

Pues bien, al grano. Entró un chico guapísimo, de los que me gustan a mí. Morenito, alto, con barbita de días pero cuidada, y con una medio sonrisa pícara de las que hacen mojar entrepierna.

Vi a mi compañero con intención de ir a atenderle (el cabrón también tiene buen gusto), y rauda y veloz, le adelanté por la derecha y llegué primero a la meta (y al premio).

He de reconocer que la gente que va los festivos y fines de semana a comprar al centro comercial, me cae mal. Es mi mantra. Lo siento, no me escondo… les pondría a hacer penitencia el resto de año.

Pero con Luis hice una excepción. 

Le atendí con mi mejor sonrisa, y con mi peor modelito (gracias jefe por escoger el peor uniforme para este cuerpo serrano).

Luis quería unas gafas de sol porque las que tenía las había perdido en Fuerteventura montando en moto de agua (me le imagino ahí encima cabalgando y se me caen las bragas al suelo amiguis. ¡Quién fuera asiento!). Total, que se probó media tienda. Todas, pero TODAS le quedaban bien, de verdad os lo digo. A mi se me empezaron a olvidar mis dotes y argumentos de venta, mis storytelling de cada modelo y marca, y casi me olvido de hablar y respirar.

Os juro que parecía tonta. Solo acertaba a decir: “esta te queda genial” “esta te favorece mucho”. Joder, si me escucha mi jefe ¡me manda al paro en ese mismo momento! Pero mi mejor frase fue, “esta es cuadrada” ¿En serio Jenni? ¿Ahora has vuelto a parbulitos y estás dando las formas geométricas? Vamos, una actuación lamentable…

No sé cómo, pero Luis se acabó llevando unas wayfarer de Rayban (esto no es publi, palabrita). Pero doy el dato para que veías que es un top ventas y que tuve cero mérito en esa venta, no me escondo jaja.

Cuando hice la ficha de cliente (datos para acribillarle a publi, odioso pero obligatorio), y le pregunté por su número de teléfono, me dijo que si quería, podía escribirle mañana para ver cómo le quedaban las gafas con la luz natural.

What?

Jenni, estás soñando. Esto no es real.

Pero si, Luis me lo repitió al ver mi cara de incredulidad. Le dije que me estaba terminantemente prohibido acceder a los datos personales de mis clientes (aunque yo quisiera). Entonces me preguntó si también tenía prohibido dar mi número a los clientes. Pero no cariñetes, ¡Eso no!

Luis se fue, mi compañero y yo empezamos a dar saltitos por la óptica como dos canguros desorientados, y cuando acabé mi turno tenía un WhatsApp de él.

“Que sepas que sólo iba a echar un vistazo , pero tenía que alargar el momento y conseguir tu teléfono, eres una chica encantadora. ¿Te invito mañana a unas cañas y unas rabas?”

Ay mi madre,

Ayy mii madree,

¡Ayyyyyyy miiiiii maaadreeeee!

“Sí, quiero” le contesté.  (Otra actuación lamentable por mi parte, pero creo que eso fue lo que le gustó de mí, visto lo visto jaja).

Al día siguiente quedamos, tomamos cañas, comimos rabas, y mis actuaciones penosas continuaron a lo largo de todo el Domingo chicas. 

Pero eso… eso da para otro post.

Solo os digo, que de esto hace dos años. Y que Luis está ahora mismo poniendo la comida a nuestros dos gatos.

 

Firmado: la vendedora de las actuaciones lamentables pero eficaces ;)