Empieza a hacer buen tiempo, ya notas que la gente esta ahí fuera, con blusas frescas tomando el sol en las terrazas frente a una caña bien fresquita, y tú… tú no sabes lo que es eso, porque estás encerrado en tu casa bajo una montaña de trabajo. Te pasa esto si bien estás de exámenes, o tienes un montón de curro y la ansiedad te puede: notas que el verano está ahí, lo rozas con las manos, las vacaciones a la vuelta de la esquina… pero no lo puedes disfrutar.

De hecho, y sin intención de deprimir al personal, las vacaciones NO están tan cerca. Queda un duro mes por delante, o puede que dos si, como yo, hasta agosto no verás el sol. Lo peor de todo esto es cuando sabes que no tienes ni un segundo y aún así el cuerpo te demanda procrastinar. ¿Que qué es la procrastinación? El talento oculto que todos tenemos para hacer otras cosas en vez de dedicarnos a lo que deberíamos. ¿Y por qué somos tan buenos en ello? Porque la imaginación se desarrolla sobremanera cuando se trata de escaquearse.

Personalmente, he comprobado que se repiten una serie de actitudes cuando voy de culo, cosas que me pongo a hacer cuando debería estar trabajando, y no fallan:

 1. Limpias

Cuando tienes todo el tiempo del mundo, y tu cuerpo te pide pasar la tarde del sábado viendo los trajes de novias sureñas en Divinity o las reformas de casas que nunca tendrás, en ningún momento reparas en esos platitos sucios de más. Ahora bien, ya puedes ir hasta arriba de curro que ¡por dios! ¿Cómo voy a dejar la loza sucia en el fregadero? Y antes de ponerte a hacer eso tan importante que DEBES hacer, lavas los platos… pasas el trapito por la encimera, y ya que estás ordenas hasta los tés por orden alfabético, sacas brillo a la correa de la ducha y hasta buscas los calcetines desemparejados, todo con tal de no sentarte. ¡Ah! Pero el orden y la limpieza son básicos.

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 2. Vas caminando a todos sitios

Y despacito. Quiero decir que cuando tienes ese tiempo libre y has quedado con alguien, allá que te plantas en un santiamén. Pero si el viaje es del trabajo o la facultad a casa, para seguir con MÁS de lo mismo, pues oye… como que vas a ir caminando. Pero esto lo haces porque es bueno que te dé el sol / ahorrar en el transporte / pensar en las emisiones de C02, no porque no quieras hacer lo que DEBES hacer, ¡qué va!

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 3. Comes mal

Esta regla se aplica a la inversa de las dos últimas tendencias. Porque por lógica, si le dedicas más tiempo del que tienes al resto de tareas, con la comida debería ser lo mismo ¿no? Cocinar con calma porque la alimentación es importante, bla, bla, bla… ¡Un huevo! Cuando vas de culo tienes la mayor excusa de que te falta tiempo para comer sano y se te extiende un cheque en blanco para pedir comida, hacer pizza 5 días a la semana, alimentarte solo de madalenas, cereales y onzas de chocolate… sin que se te pueda echar en cara nada. ¡No tengo tiempo!

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 4. Te das caprichos

Siguiendo en la línea del anterior punto, te permites mil caprichos más de lo que harías de normal. Ya no hablo solo de comida, si no de otros placeres como dormir o leer, ver una serie o facebookear. Y lo haces porque en esa conversación interna contigo misma, buscas la manera de darte pequeños premios para tirar adelante: ¡va! Si consigues llegar hasta esa página, te das 20 minutos de siesta… que se acaban convirtiendo en 70. Si me estudio hasta tal tema, me veo un capítulo de la última serie que me tiene loca… y no es uno, son tres. El recuento de horas final de trabajo no te deja más remedio que…

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 5. Le das al Red Bull & Monster como si fueran drogas duras

Tú controlas. La gente ahí fuera no sabe lo que hace falta hacer para tirar adelante, y por eso te miran mal cuando pasas por el colmado a por 15 latas (variadas) de todo tipo de bebidas de grafismos imposibles y que contienen cosas acabadas en –ína. Cada lata que te acabas es como un chute y te sientes salido de Réquiem por un sueño, como mínimo.

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6. Llamas a tu madre

Mi media cuando voy de culete es de unas 4 veces repartidas desde las 8 de la mañana a las 11 de la noche. La llamo para preguntarle cómo limpiar la correa de la ducha, o para comentarle la reforma del programa de Divinity, incluso para tranquilizarla sobre mi adicción a las bebidas energéticas. Me consuela saber que esta manera de procrastinar hace feliz al menos a una persona…

7. Te petas granos

Han pasado 35 minutos desde que te sentaste delante del ordenador /apuntes y no has avanzado ni una línea. Eso sí, tienes la frente, el mentón y el escote como un campo de patatas, rojo como una tomatera y te duele el cuello de mirar para abajo. ¿Cómo ha podido pasar tanto rato si yo solo quería eliminar esa pequeña espinilla maldita?

8. Escribes el post semanal de Weloversize

¿Cómo? ¿Que tendría que estar haciendo otras cosas en vez de esto? ¡Pero si todavía tengo una lavadora por tender y hago tiempo…! En fin, vuelvo a lo mío… ¡suerte en los exámenes/curros/encargos! Y nos vemos en la terraza en agosto.