Lo del ‘puntito para el marido’ no es una leyenda urbana, yo lo viví
Es verdad que esto ocurrió en el año 2004, que ha llovido mucho y que, en teoría, este tipo de prácticas deberían estar más que erradicadas. Pero os puedo garantizar que lo del ‘puntito para el marido’ no es una leyenda urbana, yo lo viví.
Y lo peor es que tardé mucho en ser consciente, porque ni sabía lo que era ni nadie me avisó de que lo que me estaban haciendo ahí abajo no entraba dentro de lo estrictamente necesario.
El caso es que yo estaba en el paritorio para dar a luz a mi hijo, lo conseguí con no poco esfuerzo y, una vez lo tuve en mis brazos, en medio de aquella nebulosa de hormonas y drogas, escuché a la ginecóloga decirle a mi marido: ‘Bueno, estate tranquilo, papá, que te voy a dejar a la mamá como nueva’.
Recuerdo perfectamente que el comentario me tocó la moral, no obstante, tenía otras cosas más importantes que atender en esos instantes. Así que creo que lo dejé correr y me centré en mi bebé y en que se agarrara al pecho entre tanto terminaban de remendarme los bajos.
Mi niño fue un bebé muy bueno y llevadero, gracias al cielo, porque mi recuperación fue un horror. La episiotomía me molestaba un montón, se me infectó uno de los puntos… En fin, movidas posparto que nos pasan a muchas.
Lo que ocurre es que yo no terminaba de recuperarme.
Se lo comentaba a la ginecóloga y ella me decía que era normal, que debía tener paciencia.
Lo del ‘puntito para el marido’ no es una leyenda urbana, yo lo viví
La paciencia nunca había sido una de mis virtudes, francamente, y en aquel entonces la tenía bajo mínimos. Sobre todo, en lo concerniente a mi vagina.
Sentía molestias y dolores en la vulva, se me escapaba el pis constantemente y lo de recuperar las relaciones sexuales… Ni de broma. No es que no quisiera, es que cuando por fin quise hacerlo, no pude. Me dolía muchísimo.
Harta de que mi gine ignorase mis quejas meses y meses después del parto, busqué otra opinión.
Fue entonces cuando la nueva doctora a la que acudí me informó que, además de la sutura de la zona perineal, me habían dado uno o dos puntos en la entrada de la vagina. Una sutura cuya única finalidad era la de estrechar la vagina en aras de proporcionar mayor placer al hombre durante la penetración. De ahí el nombre de ‘punto para el marido’. Aunque tengo mis dudas de que ningún marido en su sano juicio haya solicitado jamás el puntito de las narices.
Lo primero que me vino a la mente cuando entendí lo que me estaba explicando fue aquella estúpida y machista frase a la que no le había dado ninguna importancia: ‘Bueno, estate tranquilo, papá, que te voy a dejar a la mamá como nueva’.
Después me cabreé mogollón. No me podía creer que un profesional de la medicina pudiese hacer este tipo de cosas, tomar esas decisiones sin el consentimiento de la persona afectada. Cómo podía realizar una intervención que carecía totalmente de funcionalidad y justificación y que, además, podían tener consecuencias negativas. Tal como era mi caso.
Lo del ‘puntito para el marido’ no es una leyenda urbana, yo lo viví
Aunque no es lo habitual, yo tuve que someterme finalmente a una reconstrucción y volver a pasar por un posoperatorio que, por fortuna, fue mejor que el del parto.
Con el tiempo conseguí olvidarme de los dolores y las molestias.
Pero no he conseguido olvidarme de que un día alguien hizo con mi cuerpo lo que le dio la gana y, encima, con el infundado objetivo de que mis parejas masculinas disfrutaran más.
Anónimo
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