Había una vez una niña muy extraña, quien leía enciclopedias, hacía punto de cruz y coleccionaba muñecas de porcelana: esa niña era yo. Fin.

¡No! ¡No es el final de la historia! Reconozco que a algunos niños de mi colegio les daban mal rollo mis muñecas (sus ojos) y que yo con el tiempo dejé de encontrarles su aquel, pero eso no minó mi ansia de coleccionar cosas monosas, adorables y de ojos gigantescos. Me pasé a los peluches, y los conservé durante más edad de la que me atrevería a reconocer. Pero no me llenaban demasiado a excepción de que fueran el regalo cariñoso de alguien, de modo que, con el tiempo, los acabé olvidando en bolsas y cajas también. Sufrí un poco de Diógenes durante una temporada, lo reconozco.

Llegué a la edad adulta, y con más cosas que espacio, descubrí por mera casualidad mi nueva y fascinante obsesión: las Pullips. Qué son, pues muñecas adorables de plástico de unos 30 cm con unos cabezones gigantes, ojos proporcionales, boquitas pequeñitas y monas y cuerpos pequeños, pero totalmente personalizables. Es decir: se pueden cambiar los chips (los ojos), el pelo, el cuerpo… incluso como vienen maquilladas y su ropa. Es coleccionismo de adultos, porque son delicadas de mantener y no especialmente asequibles, pero la parte graciosa es cuando alguien nuevo llega a mi entorno y se entera de que colecciono estas muñecas. La primera en aceptarlo fue mi madre (aunque también creo que pensó que se me pasaría la tontería pronto), pero una de las reacciones más divertidas fue la de mi pareja. Cuando le conocí, empecé a hablarle del tema, le mandé unas fotos y unos vídeos para que se hiciera una idea… y en su cara de estupefacción y pseudoterror adiviné que era lo último que esperaba de mí, o por lo menos, era el último hobby que deseaba que yo tuviera.

No le hacían ninguna gracia, me hacía preguntas del tipo «¿No temes que se despierten por las noches?» y cosas así, bromeando, pero dentro de cada broma, hay una parte de verdad. Hay que decir a su favor que quedó un poco traumatizado en su infancia desde las películas de Chuky, y le entiendo porque a mí me pasó con It.

El resto de mi entorno lo respeta, pero no lo comprende, y no somos pocas las que dentro de este coleccionismo hemos tenido que escuchar: «Deja las muñecas y ten un bebé de verdad». Bueno, a ver, doña Paca, es que mis Pullips no son mis bebés, para empezar, mi bebé tiene cuatro patas y es peludo, pero aparte de eso, ocúpese de sus asuntos. Las situaciones más divertidas se dan cuando las sacamos al parque a hacerles fotografías. (Sí, amigas, como si fueran modelos). Niños y niñas se acercan porque quieren una, los padres huyen si les decimos el precio y no poca gente se queda mirando como si fuéramos del show business.

            Recelo suele ser siempre la primera impresión, pero sabéis, es un hobby sano con el que no daño a nadie y, además, mirar sus caritas monas en más de una ocasión ha sido un bálsamo para un día triste. Haced lo que os plazca a cualquier edad, amigas mías, que nadie va a vivir vuestra vida por vosotras. Un beso friki y afectuoso y que la fuerza os acompañe.