La experiencia de ser madre a los 23 no creo que sea muy distinta a nivel fisiológico que la de serlo a los 33 pero os engañaría si os ocultara algunas características propias de la maternidad «temprana».

Cuando buscas quedarte embarazada y lo consigues, contárselo a la gente de tu alrededor es un momentazo y eso es así tengas la edad que tengas. Pero la reacción de esa gente si sufre alteraciones dependiendo de la edad del interlocutor. “¿Eso es bueno o malo?” “¿Ha sido buscado?” Te llegan a preguntar. Que digo yo que si te lo estoy contando con una sonrisa de oreja a oreja será porque he decidido que es lo que quiero para mi vida independientemente de si he ido a buscarlo o me lo he encontrado ¿No? Hay preguntas que mejor guardarlas para otro momento o directamente no hacerlas nunca. 

Luego están los más valientes, los que en un tono de confianza y en medio de un jiji-jaja   te sueltan que acabas de destrozar tu vida y juventud. 

Esa actitud me pone casi igual de enferma que la de los profesionales sanitarios que se piensan que son tu madre. No necesitamos el paternalismo y de hecho es una vulneración a nuestros derechos. Y de la cara del pediatra hay que hablar, a veces les falta preguntar que si lo has robado.

Te encontrarás también con amigas que querrán ser titas pero que acaben siendo conocidas. La carga emocional del posparto no la supera cualquiera y las idas y venidas amorosas en la cama de un hospital dejan de golpe de parecerte interesantes. El momento vital tan distinto en el que os encontráis os pondrá a prueba.

Por el contrario, darás con gente que te sorprenda. Amigos que hasta ahora habían pasado más desapercibidos, adoptaran un papel más importante en tu vida y en la de tu hijo. 

Como mal general de la maternidad me gustaría hablaros de la locura que va a ser que se os ocurra seguir alguna «estúpida nueva tendencia» como el Baby led weaning, la lactancia materna prolongada o el colecho. Caerán sobre ti mil y una maldiciones. Madre, suegra, abuela, tías, cuñadas, primas, todas, incluso las que no tienen hijos tendrán algo que decir al respecto. Y… ¿Qué no le vas a dar azúcar a tu pobre hijito? ¡Qué mala madre!

Los consejos no pedidos dan como para escribir una enciclopedia así que mejor abordar el tema en otra ocasión.

Para acabar me gustaría decirte que, si después de leer todo esto te siguen quedando ganas de ser madre antes de los veinticinco, líate la manta la cabeza y a por ello. A este lado somos muchas con ganas de hacer tribu.

 

Iris Muñoz 

@lavidaencaravana