Ay, en el insti tuve un crush. Qué crush. Estaba totalmente enamorada de él. En mi época era un cuelgue, en realidad, no conocíamos la palabra crush, pero bueno, vosotras me entendéis. 

Para mí este chico lo era todo. Porque era muy simpático, aunque me ignoraba absolutamente. Porque si le hacía algún regalo por San Valentín, se lo guardaba con cuidado y no lo tiraba directamente a la basura en mi cara. Porque siempre me respetó, aunque yo fuera increíblemente insistente. Y era muy muy insistente. O sea, podría haberme denunciado por acoso y creo que la policía podría haberme echado una bronca importante. 

Yo tenía catorce años y él dieciocho. Estaba total y locamente enamorada de él. 

Y un día, él terminó el instituto y se fue. Y yo me había mudado de barrio y no lo volví a ver en un par de años. Cuando volví a coincidir con él… ¡fue en un trabajo! Dios, llegar a aquel primer trabajo en el que solo lo conocía a él, fue como salido de una película. Pero yo por entonces tenía novio, un novio horrible con el que tenía una malísima relación súper tóxica que solo vi años después. 

Y en el curro estaba mi crush. Y empezamos a ser amigos y nos íbamos a merendar, me llamaba a casa para hablar conmigo, ¡¡me llamaba al teléfono fijo de mi casa para hablar conmigo!!, me recogía para ir a trabajar, salíamos por ahí de fiesta con otros compañeros de trabajo y un día me dijo que si volviéramos a estar en el instituto se pensaría mucho lo de rechazarme, ahora que me conocía. 

Entre nosotros fue surgiendo una amistad muy chula. A la vez, yo me di cuenta de que no estaba bien con mi novio y lo dejé, aunque no fue hasta años después que me di cuenta de lo tóxico que había sido todo, y con mi crush las cosas empezaron a ir cada vez mejor. Un día, me acercó a casa después de haber salido de fiesta. Íbamos con otro compañero del curro con el que habíamos hecho una piña muy buena y siempre íbamos juntos los tres. 

Llegamos a mi casa y se bajó del coche para dejarme salir (era un coche de tres puertas), cuando salí por su lado, le di un piquito en los labios mientras le daba las gracias. No fui yo, fueron las cervezas, os lo juro. Él se quedó congelado y se puso rojo. Yo le sonreí y me subí a casa. 

Al día siguiente me pidió ir a tomar algo los dos juntos al salir de trabajar, le dije que claro porque ya era lo normal. Fuimos a un bar y nos pedimos unas cerves y entonces él me dijo que le había encantado lo que había hecho, que le había sorprendido mucho y que se había quedado con ganas de más. En ese momento noté como me ardía el cuerpo entero. Me dieron ganas de saltar sobre él, pero me contuve porque estábamos en público y no me parecía adecuado. 

No sé por qué, porque tenía muchísimas ganas de estar con él, pero algo me dijo que no lo hiciera. Y esa noche cuando me llevó a casa, nos besamos un poco en el coche como adolescentes y nada más. 

Pero un par de semanas después, después de mucho tira y afloja, quedamos para “merendar”. Fuimos a su casa, que seguía siendo la misma por la que yo pasaba muchas tardes con catorce años con la ilusión de verlo. No me podía creer que estuviera allí. Y nos besamos hasta deshacernos y acabamos quitándonos toda la ropa, como si lo lleváramos haciendo toda la vida. Cuando terminamos yo me sentía súper rara, no disfruté apenas, creo que llevaba mucho tiempo esperándolo y me había formado la idea en mi cabeza de que el día que estuviera con él sería algo grandioso digno de fuegos artificiales, pero cuando llegó el momento no fue del todo así y fue como raro. No nos compenetrábamos del todo bien, ya sabéis a qué me refiero, era como si, yo qué sé, hubieras juntado a un hámster y a un pez, ¿sabéis? Nada tenía sentido de aquello, fue todo muy incómodo. Una catástrofe.

Afortunadamente nuestra relación de amistad no se resintió y seguimos siendo amigos, aunque nada más. Hace unos años perdimos el contacto, yo me casé, él se apuntó a ser soltero para siempre y hace un par de días y después de más de diez años sin verlo, coincidí con él en un evento. Cuando me miró y me lanzó aquella sonrisa maravillosa que tiene, me vinieron tantos recuerdos a la mente, y a día de hoy me quedo con el más importante: fue el hombre más maravilloso que pasó por mi vida nunca y el que mejor me trató siempre. 

Ojalá las cosas hubieran sido distintas. Gracias, crush. 

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]