La situación era la siguiente: mi novio y yo llevamos juntos la friolera de 10 años. Este tiempo ha estado plagado de situaciones preciosas, como la primera mudanza (bueno, igual la mudanza en sí no fue tan bonita, sino el hecho de vernos compartiendo casa por primera vez), la primera navidad juntos, las noches viendo pelis hasta las tantas sin parar de reír, las cenas interminables con vino y nachos caseros. Todo parece de matrícula de honor, pero últimamente teníamos un problemón: el sexo.

Después de tanto tiempo nos habíamos acostumbrado a la monotonía. Echábamos un polvete regulero cada mil años y siempre era lo mismo. Empezábamos con cucharita, luego un par de besos, luego un poco de tocamientos y ya pasábamos al mete-saca. Todo muy básico. El mismo ritual, las mismas posturas, el mismo lugar. Era predecible, y eso nos pasó factura.

Cada vez nos daba más pereza hacerlo, y eso provocó que dejásemos de disfrutar tanto. O él se corría enseguida (como si tuviese prisa) o tardaba siglos porque desconectaba. Yo, en cambio, directamente no me corría.

Él escribió lo que le pasaba en un foro de internet, y le aconsejaron pedir ayuda psicológica. Al principio me dio bastante miedo. El sexo es algo súper íntimo, y exponer los problemas a un desconocido asusta… Por suerte las ganas de solucionar nuestros problemas pesaron más que el miedo, y pedimos cita a un pareja de psicólogos especializados en terapia de pareja y problemas sexuales.

Allí derribe algunos mitos, como que sólo van al psicólogo los que están como una cabra. Aprendí que es mejor prevenir que curar, y que renta más pedir ayuda cuando el problema tiene el tamaño de un garbanzo que no cuando tiene le tamaño de un elefante. Total, que tras varias sesiones trabajando la intimidad, la confianza y el deseo, nos decidimos a comprar unos dados eróticos.

Nosotros los compramos en una tienda de nuestra ciudad, pero vamos, que los tenéis en cualquier lado. Para quien no conozca el invento es esto:

 

En uno de los dados te pone una acción (lamer, morder, besar, soplar, pellizcar y acariciar) y en otra una parte del cuerpo (labios, cuello, oreja, pezones, nalgas y piernas). A nosotros nos sirvió para centrarnos en esa parte tan infravalorada del sexo que son los preliminares. Nos centrábamos tanto en la penetración que habíamos olvidado todo ese juego tan excitante.

Cuando ya estamos on fire, usamos los otros dados que son posturas. Metes todos en una bolsita negra y sacas un dado, lo que te toque lo haces. Así pruebas diferentes posturas y varías.

De verdad, os lo recomiendo 100 tanto si veis que vuestra relación flojea últimamente como si queréis probar algo nuevo en vuestro día a día. Nosotros éramos de los que jamás usaban juguetes sexuales en el dormitorio, y estos dados han sido sólo el inicio. Ya hemos comprado un vibrador, un huevo masturbador y un succionador de clítoris. Es excitante y es divertido. ¡No dejéis de jugar!

 

Cristina GT.