Si me preguntas qué es aquello a lo que más temo antes de ir a dormir te diré que la rutina. Cerrar los ojos y saber a ciencia cierta que el mañana será exactamente igual que el ayer. Que mis días consisten en una sucesión de cafés fríos a las 6.45 de la mañana, la misma cola del autobús una y otra vez durante el resto de mi vida, un trayecto en metro de treinta y cinco minutos y ocho horas de oficina viendo cómo giran las manecillas del reloj.

Me da miedo no ser capaz de sobrevivir a mi rutina. Que el precio de sentirme a salvo en mis propias costumbres sea yo misma. Que me despierte un día con cuarenta y siete años y que todo lo que haya vivido sea un recuerdo borroso que nuble mis ojos.

Y hay que ser valiente para huir de la cárcel en la que se convierten las costumbres.  Para no dejar que poco a poco te conviertas en un ser gris cuya única preocupación es llegar vivo al viernes para descansar de una vida que es la tuya, una vida que deberías disfrutar siempre, no sólo dos malditos días a la semana.

Me da miedo insensibilizarme. Dejar un día de soñar sin darme cuenta y creer a pies juntillas que mi vida es sólo eso: un trabajo y unos horarios con los que cumplir a raja tabla.

Olvidarme de la pasión, de las ganas de morder la vida, de explorar el mundo y sentirme libre. Miedo de dejar de querer a quemarropa, de bailar descalza en la calle sin necesidad de música, de hacer locuras, de equivocarme y aprender una y otra vez de mis fallos porque en eso consiste precisamente la vida. Quiero llorar de madrugada con el corazón roto, quiero reírme a carcajadas sin saber muy bien el motivo y ser yo en todas mis versiones.

Así que no, a mí no me da miedo morirme, a mí me da miedo perderme la vida.

vida

 

@Pau_aranda21