Ay, amigas, con lo que disfrutaba yo en mi día con una buena comida de tetas. Es más, mi novio solía decir que nunca había estado con una chica que disfrutase tantísimo de que le comieran las tetas, con eso os lo digo todo. Era una de mis cosas favoritas, un ‘’must’’ para que el sexo fuera completo para mí, algo que me ponía una verdadera barbaridad. Pero por desgracia para mí, eso cambió hace un par de años, y lo peor es que fue por una tontería: un comentario desafortunado fue el culpable de que pasase de disfrutar como una cochina a ponerme en tensión cada vez que mi novio me acerca la boca a los pezones.

 

Todo ocurrió un día (o una noche, la verdad es que no me acuerdo) en que mi novio y yo estábamos echando tremendo polvazo. Él, que ya me conoce, estaba dando bien de amor a mis tetas, cuando de repente paró un momento y dijo en voz baja: ‘’Mm, me ha sabido un poco a sangre’’. 

‘’¡¿A SANGRE?!’’, pregunté completamente histérica yo, la chica que cada vez que va a hacerse análisis de sangre tiene que avisar de que es más que probable que se caiga redonda al suelo.

‘’Sí, pero no te preocupes, igual tienes alguna heridita en el pezón y al chupar te la he abierto. Además, ten en cuenta que es una zona muy vascularizada, no pasa nada’’, respondió él tan tranquilo, ¡como si no corriera el riesgo de desangrarme por los pezones!

Ya, ya sé que no era para tanto, que seguramente él tuviera razón y no hubiera motivo alguno para preocuparme, pero entre que yo soy una persona muy aprensiva y que por más que revisé no vi nada parecido a una herida…lo que podría haber sido un susto puntual o una anécdota graciosa acabó convirtiéndose en una obsesión, una que se acrecentó cuando mi novio llegó un día del trabajo y me contó que una compañera suya iba a ir al médico porque le había salido leche (o algo similar) al chuparle su marido las tetas.

Y no, no estaba embarazada ni podía estarlo porque esta mujer en cuestión ya ha pasado la menopausia.

 

Así fue como pasé a tener pánico a una práctica que siempre había disfrutado un montón. Cada vez que mi novio me acercaba la boca al pecho me ponía en tensión, trataba de apartarle sin que se diera cuenta y me contorsionaba como si fuera parte del elenco del Circo del Sol con tal de que su atención se dirigiera a cualquier otra parte de mi cuerpo. 

Y es que no os mentiré: me avergonzaba profundamente confesarle a mi chico el miedo que había desbloqueado en parte por su culpa. Sentía que era una tontería sin sentido y que se me iría pasando con el tiempo. Pero no fue así.

Era evidente que cualquier persona con un mínimo de capacidad de observación se daría cuenta más pronto que tarde de que algo no iba bien, y por supuesto mi chico no tardó en notar que algo había cambiado, con lo cual no me quedó más remedio que contarle todo y esperar a que se riera de mí. Y efectivamente se rió, pero no de mí como yo esperaba: le hizo gracia, claro está, que hubiera tenido una reacción tan exagerada, pero lejos de hacerme sentir mal se disculpó conmigo por haber hecho un comentario tan desafortunado y por no haberse dado cuenta antes de que me hacía sentir incómoda que me chupase las tetas. Una vez aclarado todo nos centramos en buscar una solución, y con todo el mimo del mundo fuimos comprobando poco a poco dónde estaban mis nuevos límites; así, descubrimos que no tenía problema con que me lamiera o me besase los pezones, mientras que si me los rodeaba con la boca o me mordisqueaba las tetas me incomodaba, al igual que ante el más mínimo movimiento de succión. 

 

Ya ha pasado un tiempo desde esto y no sé si algún día perderé el miedo y disfrutaré como solía hacerlo; sin embargo, debo admitir que todo esto me ha hecho confiar aún más en mi pareja y que esto de ir explorando y descubriendo nuevos límites no está tan mal. Y por supuesto, he perdido la vergüenza a expresarme si algo me incomoda durante el sexo, así que ni tan mal. 

Con1Eme