Conocí a Jose a través de una amiga. Él era de su pandilla de amigos, unos 13 o 14 chicos y chicas del mismo barrio de toda la vida. Un día me fui con ella y con ellos, y la verdad que la chispa con él surgió desde primera hora. Empezamos tonteando y, pues eso, acabó siendo mi pareja, y yo acabé formando parte también de aquel grupito.

Entre todos ellos había una chica, María, que me caía genial. Era muy risueña y simpática, y acabé haciendo buenas migas con ella. Siempre que quedábamos todos nos sentábamos juntas, y estábamos de cachondeo siempre.

Mi relación con Jose había tenido sus más y sus menos, como todas las relaciones, pero éramos muy felices. Yo estaba muy enamorada de él y él de mi. Y su familia para mí era como la mía.

Cuando llevábamos 6 años, decidimos dar el gran paso y casarnos. Se lo contamos a todos y, como era de esperar, la idea hizo furor entre el grupo. Yo noté a María algo rara, como si no le hubiese hecho gracia del todo, pero pensé que simplemente no tendría un buen día y ya está.

Pasaron los meses y ya comenzamos a dar forma a nuestro gran día. Sin embargo, un día cualquiera, Jose llegó de haberse tomado algo con unos amigos, y me dijo que teníamos que hablar. Que se había enamorado de María y que lo teníamos que dejar.

Yo no pude quedarme más paralizada. No me lo podía creer. Encima, con María. Es que estaba flipando. Ahora lo entendía todo. Como podéis imaginar aquello no acabó bien.

Al día siguiente, una amiga mía me dijo de quedar porque tenía que hablar conmigo, y me contó que los había visto el día anterior juntitos tomándose algo muy acaramelados, y que él la vio a ella, pero se hizo el loco.

O sea, que el muy cabrón me dejó y me lo confesó porque lo habían pillado y sabía que me lo iban a decir. 

Justo después de “tomarse algo con unos amigos” (JÁ!), vino corriendo a confesarme su maldita traición.

En fin.

Mi suegra me llamó unos días más tarde, para ver cómo estaba y para disculparse por su hijo (que no tiene que hacerlo pero ays, qué mona). Puso a María de vuelta y media, y a su hijo también. Nos despedimos entre lágrimas y ahí se quedó todo.

Dos semanas después, me enteré de que su abuelo (el padre de su madre) había fallecido. Le di el pésame a mi suegra, pero para él no tuve ni fuerzas ni ganas. Cuál fue mi sorpresa que, cuando le hablé a mi suegra, va y me dice que el muy hijo de puta se la llevó al entierro.

Yo de verdad que flipé. ¿Cuántos meses llevaría engañándome? ¿Cómo se puede ser tan caradura y tener tan poca vergüenza?

Mira de verdad, me bajo de la vida.

Lo más guay fue cuando recibí, unos días después, una llamada de mi suegra muy ofuscada. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que al imbécil de su hijo (literal) se le había ocurrido traer a doña lagarta (así la llama ella, no yo jajaja) a su casa. Que vino ella muy simpática y alegre y que la mandó a la mierda. Dijo que no la dejó pisar su casa, y que de un empujón la echó. Que no fueron las mejores formas pero que estaba muy enfadada con su hijo y con ella, que era una pelandrusca y que esa no iba a pisar su casa.

Yo soy de la opinión de que toda la culpa la tiene su hijo, aunque en este caso me dejo llevar por el rencor hacia ella, porque ella nos conocía y sabía desde hace años de nuestra relación.

En fin, que esto no soluciona nada, pero la verdad que me sentó de puta madre saber el rechazo que ha generado en su familia e imaginarme como mi ex suegra le pegó la patada en mi nombre me ha dado años de vida.

Que le den, a ella y a él.

 

HISTORIA REAL enviada al [email protected] y escrita por una de nuestras colaboradoras.