Cuando iba a la universidad, yo recién empezaba a tener relaciones tontas con tíos. Nunca había tenido pareja ni nada semejante, con lo cual era una verdadera novata en todos los sentidos.
Así que un buen día me dio por empezar a experimentar y conocer tíos por Tinder, ya os digo, yo con poca experiencia. Pero me duele reconocer que esa poca experiencia no me justifica de haber ido sin quererme tan poco a mí misma. Creo que NADA justificará eso nunca. Porque amigas, no hay que confundir atreverse a empezar a conocer tíos sin ningún compromiso o de tranquis, con aceptar cualquier mierda que se pase por delante. Porque eso es lo que yo hice.
Conocí a un chico, llamémosle Álvaro, que de entrada me llamó muchísimo la atención, de eso que lo ves y dices: es mi tipo, vamos a congeniar seguro. Maravilloso, hice match con él y enseguida empezamos a tener mucha conexión y feeling, cosas en común y ganas de hacer cosas.
Después de pasar un día juntos, a las pocas semanas, de repente paseando por la calle suelta una frase de la nada que decía algo como “si porque eres mi novia”. Me quedé en shock al escuchar eso en ese momento, pero como que al mismo tiempo diciendo también “ay, vale”. Será que funciona así esta movida? Me dije a mi misma.
Pero claro, también pensé, ¿será este normal? ¿Novios? Nos acabamos de conocer hace 4 semanas y con qué tipo de criterio y de nada somos ahora ¿novios? Pero dije bueno, soy Sagitario, ¡pues a la aventura! ¡Vamos a lanzarnos a esta piscina que no sabemos realmente si está llena!
Supongo que me dejé llevar por la emoción de que alguien me llamara novia por primera vez en su vida, y porque se verdad me parecía alguien interesante que podía aportarme cosas chulas.
Spoiler: lo único que me aportó fueron disgustos.
Porque sí. Porque soy la amiga vendedora de consejos. Pero la de vendo que para mi no tengo. Porque habría juzgado a cualquier amiga que hubiera decidido lanzarse a tener de pareja a alguien que acaba de conocer por una app, o por donde sea.
Pero a mi la historia me pintaba bien y oye, decidí comprarla. Y allá que fuimos. Era yo la novia de alguien y de verdad que estaba felz. Inocente y feliz. Me enganché a él como un moco.
Tuvimos momentos románticos, planes divertidos, cosas en común, salidas, conciertos. Cada semana un cúmulo de pasión y amor maravilloso. Empecé a enamorarme como una loca.
No pasaron más que otras cuatro semanas que yo conseguí entradas gratuitas para ver a nuestro grupo favorito.
¿Qué podría salir mal?
Álvaro estuvo toda la hora del concierto callado y serio. Yo tan feliz cantando era capaz de entender por qué él no seguía ninguna de las canciones. Repito; era nuestro grupo favorito!!! Eso me amargó el concierto como es de imaginar.
Yo solo podía pensar y creer que se estaría aguantando un pedo tan fuerte o maloliente que le impedía de verdad disfrutar de la velada.
Pues no. El muchacho tuvo la decencia de no decirme nada para “dejarme disfrutar del concierto” (gracias, supongo), y cuando me dejó con el coche debajo de mi casa soltó la bomba: “quiero dejarlo. Me he dado cuenta de que no supero a mi ex”.
Mi cara un cuadro no, el museo entero. No por eso, sino porque días antes me había contado que llevaba TRES años sin su ex, y me dijo A MI, “te quiero”.
Tendría que haber huído de ahí, ¿No? Pues dejadme deciros que ahora viene la peor parte. Lo pasé mal unas semanas, decidí dejar de hablarle. Pero poco después volvió a aparecer a mi vida y me dejé arrastrar por su cuento.
Con lo cual, estuve MESES (no quiero ni recordar cuántos), siendo la “follaamiga”, que le aguantaba todos los dramas de no superar a su ex mientras teníamos básicamente relaciones sexuales y él evitaba presentarme a absolutamente nadie de su entorno.
Por favor, no hagáis esto en vuestras casas, hay peligro real.
Al menos salí de esa historia segura de mi misma, de no querer volver a repetir eso, porque fue el peor año de mi vida. Creo que a partir de ahí empecé a valorarme un poquito más, por lo desastroso que fue a nivel emocional.