Hoy os vengo a contar una de las historias más controvertidas de mi amplio abanico de relaciones fracasadas. Digo controvertida porque siempre que recordamos a este tío en mi grupo de amigas se forma un debate que te mueres. Sin más dilación, mi historia con Javier.
Nos conocimos vía Instagram y empezamos a hablar como si fuésemos amigos de toda la vida. Yo cotilleé sus redes a fondo y ahí no había rastro de mujeres. Todo eran fotos suyas o a lo sumo con algún amigo al que nunca etiquetaba. Según él, sus amigos pasaban de redes sociales. Me lo creí.
Consejo número 1: si en sus redes sociales no tiene ningún amigo real etiquetado, posiblemente está ocultándose y no quiere que la gente de su entorno sepa lo que hace en Internet. Huye.
Del Instagram pasamos al WhatsApp y poco a poco la cosa subió de tono. Nos decíamos guarradas y a mí me ponía a mil. A veces me enviaba fotos, a veces le enviaba yo (sin mi cara, obvio) y después llegaron los vídeos. Ojo, que no todo era sexo. Hablábamos de trabajo, de la vida, de nuestros miedos y de nuestros sueños. Lo típico. En resumen, me encoñé, encapriché o enamoré, llamadlo como queráis. Él decía sentir lo mismo.
Con el tiempo empezamos a hablar de quedar en su ciudad, en la mía o en algún punto intermedio, pero siempre me ponía pegas y a mí me sonaba raro. A veces era porque trabajaba los fines de semana, otras veces porque su madre estaba enferme y más de una vez tuvo problemas en casa (una vez se inundó el garaje, otra vez le rompieron una ventana…).
Consejo número 2: si te da largas para quedar, es porque no quiere verte. O no le gustas u oculta algo. Huye.
Al final me puse seria y quedamos. Follamos y a la mañana siguiente me soltó el bombazo. Estaba casado y tenía un hijo. Me dijo que las cosas le iban muy mal con su mujer y que estaban en crisis. Que tuvieron el hijo para solucionar sus problemas pero que no ha ido bien. Que no era feliz. Que yo le daba esperanza. Que iba a dejarla por mi. Spoiler: no dejó a su mujer. Era más que obvio.
Hay algo curioso que siempre pasa cuando una persona pone los cuernos. Siempre dice que su relación va fatal, pero esto es algo que sólo sabe el infiel. La otra persona cree que son felices y mientras vive en su burbuja de mentiras, su pareja le engaña una y otra vez mientras le pone verde.
Yo estuve casi un año esperando que la dejase, compadeciéndome de su situación y escuchando lo mala que era su mujer. Cuando ya no pude más y le pedí que eligiese de una vez se quitó la careta. Al final resultó que el cabrón era él, no su mujer. Un Después me bloqueó de todas partes y yo seguí con mi vida. ¿Debí contarle todo a su mujer? Puede ser, pero me quedé sin fuerzas ni ganas de meterme en guerras ajenas. ¿Debí cortar en cuanto me contó que estaba casado? Ahora sé que sí, porque la pringada que más sufrió fui yo.