*Relato escrito por una colaboradora, enviado por una seguidora a [email protected]
Sí, me enamoré de un hombre que podría ser mi padre. De hecho, mi padre tiene 4 años menos que él. Hasta aquí, podríais pensar que es algo inusual pero que el amor no tiene edad. Bueno, no solo este fue el problema. Entonces tenía novio, una relación de varios años y seria, seria hasta el punto de que habíamos estado buscando un bebé. 

Como veréis, mi vida se desmoronó y no sé muy bien qué me pasaba.

Soy historiadora, me encanta leer y me apasionan las mentes curiosas. Trabajo como profesora y por esos tiempos habíamos creado un campeonato sobre historia para los alumnos de la zona, así que tuve que ponerme en contacto con un profesor de otro instituto para preparar todo. Así nos conocimos. La primera vez que le vi, no sentí nada. Yo tenía 32 años y él 58. No le veía como un “hombre al que follarme”, simplemente como a un compañero.

Estuvimos quedando en varias ocasiones para preparar todo el campeonato, y pasábamos de hablar sobre ello a divagar sobre nuestras inquietudes históricas. Entonces, me pareció el hombre más sexy del mundo. Podíamos pasarnos horas dialogando en persona, y más horas mandándonos artículos por WhatsApp. De los artículos, pasamos a las canciones. Canciones con mensajes ocultos que nos mandábamos consciente o inconscientemente.

Un día, yo ya no podía más y le escribí si esas canciones que me mandaba, me las mandaba para decirme algo de forma no directa o solo eran cosas mías. Me respondió que no eran cosas mías, que le encantaba pasar tiempo conmigo y nuestras conversaciones. A mí me pasaba exactamente igual. A primera vista, no me llamaba la atención, quizás por la diferencia de edad, pero cuando conversábamos el tiempo pasaba volando y me parecía el mayor pibón de la historia. Ese hombre me follaba la mente, que es lo que a mi más me gusta.

La cuestión es que, dejando la edad a un lado, ninguno de los dos estábamos libres. Yo, como ya os he dicho, tenía pareja, pero obviamente sentía que había bastantes carencias ya que no compartíamos muchas aficiones y el tema de la búsqueda de bebé había machacado mucho nuestros cimientos. Mi compañero de trabajo también tenía pareja y dos hijas.

Los dos éramos conscientes de que esto no estaba bien y nos costó mucho dar el paso de liarnos realmente, pero hablábamos a diario, nuestros mensajes pasaron de lo profesional a lo personal, y a expresarnos abiertamente las ganas que nos teníamos. No solo sexuales, si no también sentimentales.

Un día tuvimos que quedar para ultimar unos detalles del concurso de historia. Yo creo que los dos sabíamos que ese día iba a convertirse en un punto de inflexión en nuestra relación. O la cosa iba a más y acabábamos en la cama, o decidíamos alejarnos y seguir con nuestras vidas. Pasó lo primero. Tuvimos un sexo increíble y cuando nos despedimos, sentí que ese hombre era el amor de mi vida. 

Quería a mi pareja de entonces, pero para mí, mi vida profesional es muy importante y él no le daba ese lugar, de hecho, me pedía que dejara cosas para pasar más tiempo juntos. En cambio, este hombre era como yo, nos apasiona a lo que nos dedicamos y nos encanta compartirlo.

Seguimos quedando y hablando diariamente, nos veíamos en el trabajo, pero llegaba el fin de semana y seguíamos en contacto, aunque estuviéramos con nuestras respectivas familias. Empezamos lo que se puede denominar a ser amantes. A llevar dobles vidas. Tanto por mi parte como por la suya, lo único que queríamos era estar juntos.

Él tenía mucho que perder, yo también, pero él tenía dos hijas y estaba claro que su tesitura era más tensa. Decidimos tirar para adelante. Yo hablé con mi entonces pareja y le dije que buscábamos cosas diferentes en la vida, así que lo mejor era dejar la relación. Él le confesó a su mujer que estaba conociendo a otra persona y que no quería engañarle. 

No fue fácil. La gente nos criticó. Nuestras familias pusieron el grito en el cielo. Nuestra diferencia de edad provocó habladurías infundadas en los estereotipos de hombre mayor con chica joven. Sin embargo, hemos callado muchas bocas ya que llevamos juntos 4 años y medio, y somos mucho más felices ahora que lo que lo éramos en nuestras previas relaciones.