No os voy a decir que la primera vez que la vi me enamoré de ella porque os estaría mintiendo. Pero os voy a contar la historia de cómo conocí a Sara y sin buscarlo, me acabé enamorando de una mujer.

Después de varias relaciones largas con hombres siempre asumí que era heterosexual. Nunca me había replanteado cualquier opción que indicase lo contrario y como en mi familia el sexo, la orientación sexual y la exploración del cuerpo eran temas tabú, tampoco había podido replanteármelo en profundidad.

Después de mi última pareja acudí a Tinder como si de un oasis en medio del desierto se tratase. No quería pensar, no quería estar a solas conmigo misma. No estoy diciendo que Tinder sea la mejor opción para descubrirte a ti misma, pero tampoco encontré ninguna alternativa mejor, así que me lancé a las profundidades de sus redes.

Y allí estaba mi sucesión de perfiles, todos iguales, 0 al menos eso parecía. Cuando estaba a punto de desinstalar la aplicación de mi móvil encontré a Víctor. Él tenía el estribillo de mi canción favorita y yo le hablé respondiéndole con el siguiente verso.

Desde ese momento no paramos de hablar. A todas horas y en cada momento. Para mí aprenderme sus rutinas fue algo sumamente fácil. Casi sin preguntar empecé a conocer el nombre de sus amigos, su primera mascota, su profesor de primaria más odiado… Víctor me había abierto una ventana a su mundo y las vistas eran fascinantes.

Quizás si yo no hubiera estado tan absorta en nuestras conversaciones podría haber sospechado del hecho de que nunca me llamara, de que buscara excusas para no vernos, o de que la única foto que había visto de él era la de su foto de perfil.

Sin embargo todo aquello me parecía insignificante en comparación a lo maravillosa que me parecía su forma de pensar. Era como si su mente y la mía conectasen a niveles que jamás soñé llegar a conocer. Victor era divertido, espontáneo, me hacía reír a carcajadas y veía el mundo de una forma tan bonita que deseé con todas mis fuerzas poder mudarme allí.

Sin embargo los meses pasaban y a mí las ganas de él me iban carcomiendo. Quería verlo en persona, pasear, tumbarme en el césped y hacer todas las cosas que mis amigas hacían con sus parejas, pero él nunca podía. Victor siempre tenía una excusa para cada ocasión. Primero estaba enfermo, luego estaba de mudanza o tenía que irse de viaje de negocios.

Cuando le di el ultimátum estuvo un par de días sin escribirme y os juro que imaginé mil muertes menos dolorosas que dejar de hablar con él. Y creo que a Víctor le debió pasar lo mismo porque un par de días después recibí un mensaje de whatsapp donde me enviaba una dirección y una hora. Me pidió que porfavor no le preguntara nada, que tenía que explicarme algo y que era importante.

Al final acudí, con miedo porque yo ya no sabía si Víctor era Víctor o si las cosas se iban a poner feas.

Para lo que no estaba preparada era para conocer a Sara. Ella rompió todos mis esquemas y pese a que me enfadé y me sentí dolida, saber que dentro de ella estaba la misma mente divertida, ingeniosa y maravillosa que había conocido, me tranquilizó.

No recuerdo cuánto tiempo tardé en darme cuenta de que me daba igual si se llamaba Sara o Víctor, supongo que fue algo progresivo que hicimos casi sin darnos cuenta, pero sí sé que el día que lo hice fue maravilloso.

Tinder

Anónimo

 

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