O escondía, debería hablar en pasado porque gracias a Dios conseguí reunir las fuerzas suficientes para abandonar al espécimen del que os voy a hablar a continuación.

Me enganchó con palabras bonitas y promesas de futuro. Los primeros meses no hubo ni una sola alusión a mi físico que no fuera positiva, y se las apañó para que yo no me diera cuenta de que me estaba ocultando a todo su mundo. A veces estaba enfermo, otras veces es que sencillamente ‘era muy casero’. Que yo os prometo que hasta que habían pasado 3 meses no me di cuenta de que no habíamos hecho ni un solo plan a la luz del día. Mucho menos aún cogidos de la mano.

Cuando se lo comenté por primera vez me tachó de loca, claro. Me dijo que los principios de las relaciones son siempre así, de puertas para dentro, y yo que ya estaba enamorada hasta las trancas, pues le creí.

Poco a poco empezó el machaque emocional. Primero con comentarios suaves sobre lo apretadita que me quedaba esa camiseta, que si mejor ponte otra ‘¿no amor?’. Luego sobre el sexo maravilloso que podríamos tener si yo bajaba un par de tallas y las fotos que subiré de los dos cuando te pongas a dieta.

Llevábamos ya 5 meses cuando conseguí reunir fuerzas y enfrentarle de nuevo. ¿Por qué nunca vamos a la playa juntos con el calor que hace? ¿Por qué nunca me coges de la mano cuando salimos a la calle? ¿Por qué tus padres creen que soy solo una amiga y tus amigos ni tan siquiera saben que existo?

‘Porque estoy esperando a que adelgaces’.

Sí, señores, esa fue su frase lapidaria. Cuando nos conocimos le dije que me gustaría perder un poco de peso, y él se aferraba a eso como a un clavo ardiendo, y mientras tanto me ocultaba como si yo fuera un monstruo. Me gustaría deciros que le dejé al instante, pero reconozco que no fue así. Mi autoestima estaba demasiado dañada y en vez de mandarle a pastar, agaché la cabeza y lloré mucho.

Me puse a dieta ipso facto y conseguí perder 7kg. Por supuesto lo hice por los motivos equivocados (por él, y no por mi), y encima la actitud de él tampoco cambió. Siguió inventando excusas para no dejarse ver a mi lado, yo nunca era suficiente.

Le dejé el día que me dijo ‘solo chúpamela, que hasta que bajes un poco ese michelín no hay sexo’. Gracias a dios abrí los ojos y le bloqueé de todas partes. Por una amiga que le conocía supe que se echó una novia delgada poco después, con la que por supuesto iba a la playa y subía muchas fotos de los dos a Facebook.

Desde aquí os pido que no esperéis tanto como yo a la hora de dejar a un follagordas de este tipo. Que huyáis a la primera y sin mirar atrás. Los acomplejados son ellos y solo aprovecharán vuestra baja autoestima para crecerse mientras vosotras os hundís. Si te ves reflejada en algo de lo que he contado, hazme ese favor, sal corriendo. Hay mucha gente maravillosa ahí fuera como para seguir perdiendo el tiempo y la vida con estos impresentables.

Anónimo