Por aquel entonces yo tenía 20 años y, como tal, no entendía mucho de la vida, de los hombres, ni de nada en general; menos aún de amor propio, aunque eso lo contaré en otro post. Aun así, yo creía saber de todo y me creía la reina del mambo, nunca mejor dicho, porque el sexo me gustaba como la que más y ya había tenido bastantes parejas sexuales, además de conocerme muy bien a mí misma. Mi libido siempre ha sido muy alta, por lo que no me ha faltado actividad alguna en este tema.

A Oscar lo conocí a través de una amiga, ya que él era el primo del chico al que ella estaba conociendo. Quedamos varias veces, tanto en pareja todos como a solas él y yo, y lo hicimos un montón de veces, más de las que puedo recordar. Fuimos fo**amigos durante varios meses.

En su momento yo creía que Oscar me trataba bien: me invitaba de vez en cuando a tomar algo por ahí, me recogía y tal, vamos, el sexo me gustaba con él y lo disfrutaba, en fin, lo típico y lo normal.

Yo por aquel entonces estaba a tope y sentía ansias de conocer todo lo relacionado al sexo. Nuevas posturas, lugares, juguetes, todo. Nos atrevíamos a todo y lo hacíamos a todas horas.

Después de dos o tres meses, el Kamasutra era algo que se nos había quedado pequeño. Oscar, que era igual o peor que yo, llevaba también bastante tiempo insistiendo, como la mayoría de tíos hacen (o al menos la mayoría de los que yo he conocido), en hacerlo por detrás. Al principio tuve cierto reparo, pero no tardé en animarme, y en una de nuestras citas, le insté a probarlo.

Todo estaba bien, como siempre. Yo toda lubricadita y excitada, lista para entrar a matar.

Y me mató.

Tuvo cero tacto conmigo. No lubricó la zona ni con saliva, ni con nada, ni fue poco a poco con los dedos, como había pensado yo que haría. Me metió la punta del cimbel de una, y obviamente yo me quejé. Le dije que fuese más lento varias veces, que probase con los dedos primero, que fuese poco a poco. Y no hizo nada de lo que le dije.

Me dijo <No te quejes anda, si hemos probado miles de cosas peores jajaja, ¿ahora te vas a quejar? Venga, sé fuerte jajaja>

Y yo, tonta de mí, me callé y le dejé seguir.

Introdujo su pene completamente y a la fuerza, a base de empujar. Me quejé y se me saltaron un poco las lágrimas, pero me dijo que ánimo y que aguantara. Eso hice, quitándole hierro a mi propio dolor. Al final, y para ser del todo sincera, cuando se corrió dentro no acabó por disgustarme tanto, no sé por qué, pero vamos…

Cuando todo terminó, él se empezó a reír diciendo que era una quejica. Y, al despedirnos, me dijo que a ver si a la próxima me quejaba menos, el hijo de la gran P.

Sí, ya sé lo que es esto. Sé que tiene un nombre, pero no lo quiero mencionar, aunque soy consciente de ello. Cada vez que lo recuerdo me hierve la sangre y me entra un instinto homicida hacia él que se escapa a mi control.

Pero es lo que pasó.

Y quizá, si alguien joven acaba leyendo esto, pueda detectar cuando alguien abusa de ella o la agrede, y pueda pararle rápido los pies y mandarlo a la mierda.

Porque por muchas cosas que yo hiciese con ese gilipoll*as en tres meses, y por mucho que yo estuviese decidida al principio, él ya se vio con vía libre y con la potestad de hacer conmigo y con mi cuerpo lo que le diera la gana, omitiendo mis deseos, mi dolor, y mi voluntad.

Juana la Cuerda