Me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y así acabó la cosa

 

No sé cómo estará el tema inmobiliario en vuestras zonas, pero en la mía de pronto parece que la crisis de 2008 nunca tuvo lugar o algo. Las casas se venden en cuestión de semanas y los precios han vuelto a subir una barbaridad.

Veo a mis amigos hojeando folletos y hablando de dormitorios y metros cuadrados de parcelas y esas cosas, y, aunque quiero alegrarme por ellos, lo que siento es miedo.

Sufro porque tengo un traumita con esto de las hipotecas, el euríbor y los bancos.

Y es que hace unos cuantos años me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y la cosa acabó peor que mal. Os cuento.

Por aquel entonces tenía un novio.

Llevábamos juntos más o menos un año cuando me sugirió que me comprara un piso.

Me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y así acabó la cosa
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Como datos que pueden resultar relevantes: él trabajaba en una agencia inmobiliaria, uno de sus mejores amigos en un banco, a veces le costaba llegar a objetivos y yo estaba ciega de amor y dinero.

Me explico, estaba muy pillada de él. Y, además, tenía un trabajo con el que ganaba un montón de pasta. El sueldo fijo no era para echar cohetes, pero ganaba muchísimo dinero con el variable.

Pese a que no las tenía todas conmigo, terminé de convencerme cuando me dijo que podíamos irnos a vivir juntos cuando me lo entregaran y así, aunque la hipoteca sería mía, él colaboraría con los gastos y el impacto en mi economía sería menor.

Mi cerebro escuchó eso de ‘vivir juntos’ y dejó de prestar atención a todo lo demás.

No se centró en lo realmente importante ni cuando mis padres pusieron el grito en el cielo e intentaron que entendiera las implicaciones de lo que estaba a punto de firmar.

 

Me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y así acabó la cosa

 

No contenta con ignorar sus consejos, les pedí que me avalaran.

Y mi padre al principio se negó, pero al final mi madre le convenció. Lo mismo incluso los manipulé tirando de las históricas diferencias que siempre he sentido que hacían conmigo y con mi hermano mayor. Es posible, por mucho que me avergüence admitirlo.

Así que me concedieron la hipoteca, me mudé a mi nuevo piso junto con mi novio y fuimos felices y comimos perdices.

Hasta que, pocos meses después, rompimos. Vamos, que me dejó y me quedé sola con unos gastos que se me hacían un poquito cuesta arriba.

Y que se pusieron más difíciles de asumir cuando las ventas de mi empresa empezaron a caer y, en consecuencia, mis comisiones empezaron a menguar hasta desaparecer.

Dejé la primera cuota sin pagar cuando se me acabó el dinero del finiquito. Con lo que cobraba del paro apenas me llegaba para los recibos y para comer.

Me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y así acabó la cosa
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Como era ingenua, estúpida, cobarde e ignorante, no quise pedir ayuda a mis padres. Les oculté lo que pasaba y, si por mí hubiera sido, no se enterarían nunca. Intenté vender el piso para poder liquidar la hipoteca. Pero los precios se habían desplomado y nadie me daba la cantidad que necesitaba.

Tenía la esperanza de encontrar comprador, de encontrar un trabajo bien remunerado o de encontrar un cuponazo premiado en el suelo, por lo que, en lugar de hacer algo, me limité a esperar mientras se me acumulaban los impagos.

Como es obvio, mis padres terminaron por enterarse de la situación. Ojalá hubiera sido por mi boca, sin embargo, fue por el banco. Básicamente porque les notificaron la situación y les exigieron su responsabilidad como avalistas.

 

Me lancé a comprar una casa sin tener ni idea y así acabó la cosa

 

Ahora sé lo imbécil que fui y lo mal que actué, pero ya no hay vuelta atrás. Me toca asumir que yo solita me metí en ese jardín de mierda y que yo solita jodí la relación con mis padres. Que solo por mi culpa me quedé sin casa, tuve que rogar a mi abuela que me acogiera en la suya y que, desproporcionado o no, mi padre siga sin dirigirme la palabra en la actualidad.

 

Anónimo

 

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