Me llevó al fútbol en la primera cita y esto fue lo que pasó

(Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora)

Un consejo: nunca mintáis para ligar. En serio. Que esto no es como inflar un poquito el currículum, algo que también puede ponerte en un aprieto, pero está justificado por la necesidad. Porque encontrar trabajo es más urgente que encontrar novio. 

 

Conocí a Miguel en Tinder. Hicimos match y me habló unos días después. Yo ni siquiera me acordaba de él, pero porque no me suelo acordar de ninguno. Voy deslizando como quien está viendo TikTok y doy a “Me gusta” sin mas, a veces sin pasar de la primera foto. Pero, al revisar sus imágenes, me gustó lo que vi, así que me esforcé por seguir la conversación y parecerle mínimamente interesante. 

  • Superhincha superestúpida

Lo peor de esta historia es que ni siquiera fue él quien sacó el tema del fútbol. Fui yo, ¡yo! De las millones de cosas que se pueden decir para iniciar una conversación, elegí el fútbol. Supongo que por agradarle, porque en alguna de sus fotos lo había visto con una camiseta del Real Madrid. 

-Así que eres del Madrid, ¿no? -le pregunté.

Me dijo que sí, que era muy aficionado. Que tenía el abono de temporada y solía ir con amigos y familiares. Yo le dije que también era del Madrid, como mi padre, que veía a menudo los partidos con él y que, aunque yo no tenía el abono de temporada, sí había ido al Bernabéu en varias ocasiones. Y que me habían parecido experiencias increíbles.

Técnicamente, no mentí. Mi padre es del Madrid y ve partidos en casa o en el bar, algunas veces estando yo presente. Pero yo paso del fútbol y, pasados los 90 minutos, ni siquiera sé cómo han quedado. Me llevaron al Bernabéu de pequeña y sí, recuerdo la experiencia como algo muy espectacular. Pero, pasados los minutos iniciales, me entretuve con otra cosa. 

La cosa podría haber quedado ahí sin que fuera reseñable, porque no era para tanto. Pero, como me gustaba y quería seguir hablando con él, utilicé el fútbol muchas veces como gancho. Demasiadas veces. Le decía cosas del tipo:

-Tío, ¿has visto el partido de hoy? La que ha fallado Benzema, madre mía. Está en horas bajas y nos va a pasar factura

Todo esto dicho después de leer las crónicas del Marca y el As, claro. Hasta que mis esfuerzos dieron frutos que no esperaba. 

  • Ni idea de fútbol, Hulio 

Un buen día, semanas después de habernos intercambiado las cuentas de Instagram, a Miguel le pareció que era el momento de vernos en persona. 

Hola, guapa. ¿Quieres venir conmigo al fútbol este domingo? Tengo un abono libre -me escribió.

Al pobre Miguel, tan generoso, le pareció brillante la idea de invitar al fútbol a una madridista de pro que hacía años que no pasaba por el estadio. Yo acepté, por supuesto, e incluso hice algunos deberes. Me enteré de que era un partido de Liga y que el Madrid jugaba contra Osasuna, lo que me pareció suficiente. Incluso elegí mi outfit con cuidado para apostar por el blanco y evitar el rojo o el azul. 

Quedamos en la parada de Metro dos horas antes del partido, con idea de tomar algo por la zona y luego ir andando al estadio. Como era la primera cita, estuvimos haciendo las clásicas preguntas introductorias, lo que fue una suerte para mí, porque no salió el tema del fútbol.

De camino al Bernabéu, me explicó que tenía su abono en algún lugar de la grada de Fondo, y que un amigo suyo había decidido no ir porque al día siguiente era lunes, se tenía que levantar temprano y el fútbol terminaba a las 11 de la noche, más el tiempo de llegar a casa. Poco a poco nos fuimos introduciendo entre las multitudes para entrar al estadio y alcanzar nuestros asientos. Allí me presentó a algunos amigos suyos

Estaba alucinando, porque es verdad que el fútbol resulta muy espectacular para quienes no estamos acostumbradas: el juego, la gente, el ruido y todo lo que envuelve a un evento como este. De vez en cuando, Miguel me daba conversación comentando alguna jugada, él con su certero análisis táctico, yo con con respuestas neutras: “Qué mala suerte”, “Le ha dado fuerte” y otras por el estilo. 

Poco antes del descanso, marcó el Madrid. Miguel me abrazó saltando y yo me dejé llevar por su entusiasmo y por el de todos los allí presentes. Me hizo venirme arriba y me relajé, a lo que contribuyó el par de combinados que nos habíamos tomado en la previa. 

Me concentré en el juego, ilusionada y convenciéndome de que yo también podía aportar. La ventaja del Madrid en el marcador motivó una animada conversación al descanso, en la que tonteamos. Para cuando se retomó el partido yo estaba eufórica.

A los cinco minutos de juego volvieron a marcar, y yo me levanté dando saltos de alegría y gritando “¡Gol!” como una posesa

Pero allí no se movió nadie. La gente puso cara de circunstancias y, a mí alrededor, varias cabezas se giraron con gesto de enfado. Me senté confundida, hasta que Miguel me aclaró, serio:

-Acaba de marcar el Osasuna.

Me sentí ridícula y noté cómo el calor se me subía a la cara. Solo unos cuantos minutos antes, el Madrid acababa de marcar en la misma portería. Allí había jugadores de blanco y de rojo, todos mezclados. El juego rápido me impidió distinguir quién chutaba dentro, y lo de ni caer en el cambio de portería es propio de gente que no tiene ni la más remota idea de fútbol. Como yo. 

Nuestros vecinos de grada habrían pensado que una hincha de Osasuna quería tocarles el ánimo. Y Miguel acababa de darse cuenta de que no tenía ni idea de fútbol y solo había estado intentado agradarle. 

Los más de 40 minutos restantes se me hicieron eternos. Apenas hablamos, Miguel y yo. Caminamos hasta la parada de Metro, donde nuestros caminos se separaron porque íbamos en diferentes direcciones. No hemos vuelto a hablar desde entonces, y yo no puedo utilizar el gancho del fútbol. Así que aquí termina la historia de mi sonoro ridículo.

Anónimo