Me marqué un “ménage à trois” en Paris 

 

Aeropuerto Charles de Gaulle, Paris. Aquí comenzó todo. Llegué a primeros de septiembre dispuesta a pasar un curso escolar. Mi Erasmus. Una auténtica aventura: primero tuve que encontrar piso, toda una odisea en París, después matricularme en la Sorbona con un francés justito para entenderme con la señora de secretaría, después vinieron los amigos españoles que no te dejan aprender francés, las clases y los exámenes, el vino tinto, los crêpes, el queso y los amores internacionales que vives intensamente como si la vida te fuera en ello, pero que se quedan en Paris para siempre. 

Pero si me tuviera que quedar con tan solo una vivencia de mi año de Erasmus, sería sin duda con la noche que me monté un trío con dos franceses. Reconozcámoslo, no todos los días le surge a una la posibilidad de marcarse un menage à trois en la ciudad del amor y como fue algo insólito pues ahora mismo os lo cuento.

Llevaba yo como un mes en la capital francesa, ya tenía piso y acababa de comenzar las clases en la universidad, pero la mayoría de mis nuevos amigos eran españoles, así que pensé, qué mejor manera de mejorar mi francés que hablando con franceses. Así que me metí en una web de intercambio de idiomas y empecé a hablar con gente interesada en mi lengua materna. El trato era simple: quedábamos para un café, hablábamos un rato español y otro rato en francés y así practicábamos ambos idiomas. 

La primera persona con la que quedé fue un chico francés que se llamada Didier. Había estado viviendo en Argentina de niño, por motivos de trabajo de su padre, y no quería olvidar el idioma. Quedamos un domingo por la tarde en un bar cerca de la zona de Montmatre. Llegué y allí estaba sentado esperándome. Pero no estaba solo, había otro chico con él. Cuando llegué me senté allí, nos presentamos los tres y Didier me comentó que aquel chico era Paul, su compañero de piso, que también estaba muy interesado en aprender español y que esperaba que no me molestase que hubiera venido también. A priori no me importó, para tomar unas cervezas y charlar en español y francés, pues cuantos más, mejor.

Didier me pareció simpatiquísimo desde el principio, hablaba un español con acento argentino muy curioso. Me contó que también había venido a París a estudiar, en su caso un Máster. La conversación fluía sola entre ambos, pero me percaté de que su amigo apenas había dicho nada. Resulta que no hablaba nada de español, pero quería aprender, me dijo. Eso sí, cuando la conversación cambió a francés, descubrí que era un chico super interesante. Nació en el sur de Francia, pero se había venido a París a trabajar. Tras unas cuantas cervezas, Didier propuso dar una vuelta por el barrio y explicarme algunas curiosidades y anécdotas históricas de la zona. Tras un corto paseo, se pararon en un portal, casualmente el bloque donde vivían ambos. Me invitaron a subir y a ver las vistas. Desde una de sus ventanas se veía el Sacre Coeur iluminado.

Precioso, la verdad. Didier propuso seguir tomando una cerveza en su salón y a Paul se le ocurrió la idea descargarse una app en el móvil de preguntas y pruebas para jugar mientras bebíamos. Al principio las preguntas eran simples y las pruebas eran “salta a la pata coja durante un minuto” pero la cosa se empezó a poner caliente cuando empezaron las preguntas tipo “¿Qué es lo que más te pone en la cama?”. A Didier le tocó darme un masaje y me invitó a su habitación para estar más cómodos. Me quité la camiseta y me tumbé en su cama. Sacó un aceite para masajes y comenzó a masajear mi espalda. A los dos minutos estábamos besándonos. En ese momento me di cuenta de que Paul se había quedado en el salón.  Pero al momento abrieron la puerta de la habitación y era Paul, totalmente desnudo y erecto. Sus palabras fueron ‘si no os importa…’ y se unió. Yo me dejé llevar. Total, estaba en París y quien en su sano juicio rechazaría la posibilidad de hacer un trío en la cuidad del amor. 

No sé si lo tenían todo planeado, porque quien eligió el bar para quedar fue Didier, un bar que, casualmente, estaba muy cerca de su casa. Puede que sea una técnica que usan ellos habitualmente para ligar: quedan con chicas extranjeras interesada en aprender el idioma y luego juegan la carta de vivimos aquí al lado, vamos a nuestra casa. No sé cuántas habrán caído en sus redes, cuantos tríos se habrán montado ya, lo único que sé es que yo me lo pasé genial. 

Cuando acabamos, me acompañaron al metro y me fui a mi casa. Nunca más volví a hablar con ellos, nunca me los crucé en el año entero que estuve allí viviendo. Al final París es una gran ciudad y lo que pasa en París se queda en París.