Conocí a, vamos a llamarle, El Señor Tenebroso (así le llamaba siempre con mi mejor amigo cuando descubrimos su mente retorcida). Era unos años mayor que yo y el típico musculitos que siempre gusta cuando eres una adolescente, esa tendencia de admirar a los malotes como en Grease o en A tres metros sobre el cielo. El caso es que empezamos a hablar y era un chico muy simpático y nada prepotente.

Estuvimos un mes hablando hasta que decidimos poner fecha para quedar, pero ese mismo día me mandó una foto de la grúa llevándose el coche. Decidimos poner fecha para la semana siguiente y el día de antes me dijo que no se acordaba que era el cumpleaños del novio de su madre y que lo iban a celebrar. Pensé que me estaba vacilando y le dije que a mi no me viniera con historias. Estuvo varios días tratando de hablar conmigo hasta que me ablandé y decidí seguir hablando con él. Durante esa semana hablamos todos los días, era súper bonito conmigo, me pasaba fotos de lo que hacía durante el día y me contaba sus movidas con el jefe. Fue entonces cuando me dijo: “si este fin de semana no me dice de hacer guardia, podríamos quedar”. Por supuesto, como era de esperar, le tocó hacer guardia ese fin de semana y como ya era la tercera y esa siempre es la vencida, pensé que si no eran mentiras y excusas, era el destino que no quería que quedase con él y que no me tenía que empeñar.

Pasaron los meses y yo seguí a lo mío, pero ese chico siempre me rondaba. Me respondía stories de Instagram, pero yo no le hacía mucho caso, aunque me hacía mucha ilusión porque tenía esa espinita ahí, pero yo trataba de poner distancias. 

Efectivamente, más de medio año después de conocernos me llega un mensaje suyo: “cuánto tiempo”, cómo estás”, “sigo teniendo ganas de conocerte”. Me puse súper contenta y como hacía ya 3 meses de aquello, se me había olvidado y decidí hablar con él otra vez. Estaba en un bucle y no me daba cuenta de ello, todo porque quería ser la típica niña especial que consigue hacerse con el malote de la peli cuando otras mucho más guapas que ella no lo consiguen, culpa de las fantasías de las películas, del “amor romántico” y de mi inmadurez. Nunca me había gustado tanto alguien ni durante tanto tiempo, porque siempre pierdo el interés a las pocas semanas, pero en este caso era diferente y pensaba que era una señal de que iba a ser “el amor de mi vida”.

Pensando en que me iba a volver a dar largas de nuevo, le dije de quedar un día. Resulta que quedamos, no me lo podía creer.

Estuve fascinadísima. Sentía admiración, como si le idolatrara. Durante toda la cita hablamos sin parar, y me parecía un chico súper interesante, trabajador, inteligente y caballeroso, que no me juzgaba y que todo lo que aparentaba ser era simplemente una fachada, pero que era un sensiblón. Nos fuimos a un hotel esa noche y  es que aunque el sexo no fuera de lo más maravilloso, yo estaba loca hasta por la textura de su piel. Mi mente estaba nublada totalmente exagerando las cosas. Encima, como fue inesperado, iba sin depilar, y encima, va y me baja la regla en pleno acto. Pues eso fue algo que me hizo engancharme más, el ver que le daba igual que tuviera el ojete peludo y que le hubiera pringado de sangre todo el pito. 

Volvimos a quedar a la semana siguiente un fin de semana entero y luego me empezó a hacer una especie de ghosting, por lo que asumí que algo de mí no le habría gustado. Aun así el tío de vez en cuando me respondía corazoncitos a las stories, cosa que me enganchaba aún más, porque estaba sin estar y eso en el cerebro produce unas reacciones químicas de alerta que te hacen siempre estar como con esa intriga y esas ganas de más. Es adictivo cuando eres joven e inexperta y no sabes controlarlo, aunque por suerte, aprendí de la experiencia.

Dos meses después me dijo de quedar de nuevo, y volví a quedar. Pasamos un fin de semana juntos, me llevó al acuario, compró toda la comida para el fin de semana y pagó absolutamente todo. Encima era súper cariñoso, y casi no le daba importancia al sexo, de hecho, a veces yo sentía que le estaba forzando a tenerlo porque no podía seguirme el ritmo. Y aquí empezó lo perturbador.

Veíamos niños en películas, niños en el centro comercial o por la calle, y me decía: “mira, como el que tendremos nosotros”. Yo siempre le decía que no bromeara con eso, porque es que era cada vez que veía a un bebé, y eso me estaba dando mal rollo. Siempre me hablaba de que él ya estaba en edad de tener hijos, y que aunque yo fuera joven, como era guapa e inteligente, podría ser la madre de sus hijos. Le dejé claro que no estaba preparada, que tenía que estudiar y que si algún día ocurría un embarazo iba a abortar.

Estuvimos un mes entero quedando, me presentó a sus amigos y la cosa iba como la de una pareja formal. Pero siempre me decía lo mismo sobre los hijos. A final de mes empecé con un retraso del periodo y algo me decía que estaba embarazada porque además yo soy súper regular con mis reglas. Pues sí, descubrí que lo estaba cuando una mañana me levanté para ir a comprarme un predictor y lo primero que hice fue vomitar. 

Mis síntomas eran muy fuertes, vomitaba tanto que me salía hasta sangre. Tenía náuseas, sueño, frío, no comía, lloraba a diario del malestar, sentía dolor en los pechos y contracciones similares a las de la regla. Él me decía que estaba exagerando, que no podía ser porque llevaba solo un mes embarazada.

Aborté sola. No vino a verme ningún día, casi no me hablaba con la excusa del nuevo empleo y algo me decía que estaba con otra. Yo siempre le comunicaba lo que sentía, trataba de que fuera sincero conmigo, me arrastraba, y él pasaba de mí.

Me había dejado embarazada adrede (que también fue mi culpa no usar protección) sacando “tarde” el pene, no por un error o descuido que le puede pasar a cualquiera que haga la marcha atrás, sino porque quería un hijo como el que quiere una videoconsola, y pensaba que como a mi hermana le pasó una situación similar y no abortó, yo iba a hacer lo mismo. Por lo que le jodió y se vengó haciéndome gaslighting en pleno embarazo, abandonándome en pleno aborto y mi cumpleaños, además de, como pude confirmar, poniéndome los cuernos, todo a la vez.

Un mes después decidí cortar la relación porque no lo soportaba más y se puso a suplicarme llorando que no le dejase, algo que me hizo estar mucho más inestable mentalmente de lo que ya estaba, pero mi decisión era firme. Fue a las dos semanas cuando descubrí que me ocultaba las stories para subir fotos con la otra, que había conocido en el trabajo y que me espiaba el perfil. Me volví loca y les escribí súper despechada a ambos diciéndoles de todo. 

Según personas de su entorno, él le puso los cuernos y no duraron mucho tiempo más que un mes o dos. Para entonces, como me había desahogado con las cosas que les dije, había llegado a mis límites de dolor e inestabilidad mental más el desengaño y la hostia, ya había pasado página. Aprendí mucho de esta experiencia y marcó un antes y un después en mi vida. Nunca he sido la misma persona desde entonces, ni he visto la vida ni el amor igual, ya que maduré en un solo paso.

 

Viv Hill