Llevo muchos años en el mundo de la actuación.
Es un sector cruel, cada vez se intenta vender más la imagen de que ahora son más integradores, que todas las razas son bienvenidas, que la edad no es un obstáculo, que todos los cuerpos tienen las mismas oportunidades y que el body positive está en alza, pero la realidad es que no es así.
La realidad es que el trabajo se lo llevan siempre los de siempre, que es rarísimo que confíen en ti para un proyecto a no ser que tengas un nombre y que el cuerpo, la cada y la edad, sí importan. Casi tanto como, recientemente, los seguidores que tengas, pero ese es otro tema.
Lo peor que me ha pasado fue con una productora española, para una serie muy conocida que no puedo nombrar, por si me metiese en un lío.
Me llamó mi representante y me dijo que había enviado mi material ya que yo encajaba en el perfil y que creía que iba a tener suerte. Pasé el primer cribaje y me llamaron para hacer una prueba, que salió muy bien. Me fui a casa emocionada y deseando que me llamasen, aunque aun no se había rodado el piloto, se podía intuir que la serie iba a ir muy bien (y así fue) y sería una gran oportunidad. Estuve nerviosa varios días hasta que por fin recibí la llamada, donde me confirmaron que me habían seleccionado para la fase final.
Casi lloré de la alegría, aun no se había decidido nada, pero llegar hasta ahí ya era importante. Ya te conocerían los directores de casting, puede que alguno se quedase con tu nombre, o, en el mejor de los casos, podían cogerme para el papel.
Los días siguientes fueron para prepararme la prueba, para intentar ponerme más en forma y para investigar y buscar matices al diálogo que tenía que hacer. Cuando por fin llegó el día, éramos tres chicas las que coincidimos en el casting y nos dio la risa al ver que éramos muy parecidas.
Las tres teníamos más o menos la misma altura, la misma complexión y el mismo color y tipo de pelo. Estaba claro lo que estaban buscando, así que ya solo era cuestión de cual encajaba mejor la actuación.
Yo entré la última, hice mi escena delante de la cámara y me pidieron que me quedase un momento. Eso suelen ser buenas noticias, así que me emocioné mucho hasta que me hicieron pasar otra vez y me soltaron la bomba.
Me dijeron que yo era la que más les gustaba, sin duda, pero que había algo que no les encajaba y les hacía dudar: mi nariz.
Dijeron que el personaje debía tener un rostro más harmónico y mi nariz destacaba demasiado, tanto por tamaño como por forma, y que, aunque sabían que ellos no me podían pedir que me operase, estaban interesados en saber si yo me lo había planteado alguna vez o si pensaba hacerlo próximamente, porque de ser así, el papel era mío.
En ese momento, sentí mucha vergüenza. Mi nariz no era mi parte favorita de mí, pero tampoco la consideré nunca un problema. Recuerdo que podía notar calor en las orejas y empecé a sudar. Me sentí humillada y no supe contestar.
La mejor oportunidad de mi carrera hasta el momento y el requisito era pasar por quirófano.
No pude disfrutar de la alegría de que me hubieran seleccionado por mi talento, porque mi físico estaba a punto de hacer que esa oportunidad desapareciera.
Les dije que lo pensaría y que enseguida contactaría con ellos mi representante para darles una respuesta. Me fui a mi casa y lloré mucho. Me planteé de verdad consultar precios y operarme, pero al ver en que consistía la operación, me dio miedo y me causó mucho rechazo.
Yo no quería operarme la nariz, quería el papel y hubiera hecho muchas renuncias, pero de eso no era capaz. La luz me la dio mi mejor amiga cuando me dijo “si tú de más joven te hubieras querido operar, pero nunca encontrases el momento y ahora ellos te lo pidieran, sería una cosa, pero pedirte que hagas algo que no quieres y que además pone en riesgo tu salud, es casi prostituirte”.
Cuando tomé la decisión, tenía la esperanza de que, aunque me negase a operarme, quizás me daban el papel igualmente, pero no pasó. A la que mi representante les comunicó mi decisión, me notificaron que habían decidido no continuar conmigo.
Tuve momentos de todo, de pena, de rabia y pensar en denunciarles, de indiferencia… Ellos no me llegaron a decir directamente: la condición es operarte. Solo lo dejaron caer y me preguntaron si lo haría. Así que denunciarles era complicado, y finalmente tuve que seguir adelante y esperar a que me saliese otro papel mejor.
De momento no he vuelto a tener una oportunidad tan grande y cada vez que pienso en esta historia, me da rabia, pero al menos me queda la satisfacción de que no me vendí ni traicioné mis principios por el canon que me exigía una productora.
Anónimo
Envía tus movidas a [email protected]