Aquí tienes un gel gracias al que mejoré infinito de mis picores

Son ya muchísimos años a su lado, o ellas a mi lado, o ellas dentro de mí rabiando para salir de mi coño y saludar al mundo. La primera vez que tuve cándidas vaginales fue a las 15 años y, desde entonces, voy dándole caña al asunto así que he tenido mucho tiempo para indagar sobre mi vagina y el maravilloso mundo de los hongos y los picores de mi alegre chochito.

Después de tantos años, coño a coño, acompañándome en mis peores momentos de depresión, estrés, frustración profesional y fracaso emocional, he entendido que ellas, mi cándidas, son un fruto fresco del patriarcado que intenta instalarse en mi cuerpo y boicotearlo. Cómo decirlo… Son un hongo que, con el tiempo, entendí que quizás también crecía en mi cabecita. He descubierto que el estrés y la falta de positividad y alegría tienen mucho que ver con mis rebrotes (las cándidas están allí, ellas solas acuden a mi llamada).

Vale, pero, ¿qué son las cándidas vaginales?

Las cándidas vaginales son una infección vaginal localizada que tiene que ver con el hongo llamado Candida Albicans (el más común). Se trata de una bacteria presente de forma natural en nuestro ambiente, como en los animales y en nuestro propio cuerpo, como en la piel, la boca y los intestinos. Las cándidas, juntamente con nuestra bonita flora bacteriana, se encargan de regular nuestro pH y el flujo intestinal. Pero cuando la población de cándidas que habita nuestro cuerpo aumenta demasiado, ¡mierda! Te pica el coño y empiezas a segregar un flujo blanco viscoso que parece helado ácido que ha pasado demasiado tiempo bajo el sol. Mi coño es precioso pero cuando se pone así de rojito, así de rabioso y malito como un unicornio poseído me enfado con él, no le reconozco y me pongo triste.

¡Y eso es muy injusto! Tengo la sensación de que mi coño ha organizado un tumulto y no comprendo cuales son sus reivindicaciones. ¿Qué es lo que me está pidiendo? ¿Por qué me chilla de esa forma?


Hay diversas razones por las que podríamos tener cándidas vaginales: el verano es el período más chungo del año porque la humedad es la mejor aliada de cualquier hongo y claro… La playita y el bañador mojado y esas cosas no ayudan demasiado. A parte del exceso de humedad, una mala alimentación y un alto nivel de estrés y de ansiedad son las causas principales de la aparición de mis mejores archienemigas de la vida. Dicen que al menos el 75% de las mujeres tienen cándidas en algún momento de su vida.

 

La solución que te dan son unos óvulos vaginales, pastillitas que se toma tu chocho malito antes de ir a dormir durante 6 días (o bien de una o dos dosis concentradas, si tienes ahí debajo una buena party) y, a veces, una cremita de regalo. Hay quien también recomienda un probiótico para regular la flora intestinal y protegerse de futuras cándidas.

 

Pero hay veces que nuestro cuerpo pasa de todo porque el contexto es mucho más influyente que cualquier pastilla. Eso sería lo que, en mi cuerpo, he comprendido como la somatización del patriarcado capitalista y/o el estrés de ser mujer libre en una sociedad de caca. Si mi coño pudiera hablar creo que me diría algo así como …


¡Duerme más! Y destruye el puto móvil.
¡No bebas tanto alcohol, mujer! Me ahogo en tantas burbujitas.

¡Eres una tía genial! ¿Por qué me haces responsable de tus pensamientos obsesivos?
¡No te ralles por tus quilos de más, o de menos!
¡Coge un dragón y pírate a tu Yo-Landia!

Normalmente los coños piden alegrías, fiestas y cosas bonitas: claro, nuestra vagina no es un aparato que pueda comprenderse al margen de nuestros cuerpos. Los cuerpos necesitan amor y si no aprendemos a dárselo se rebelan, enferman. Y si tu cuerpo se rebela y tu permaneces sentada, callada y sorda a sus exigencias vas a joderte la vida.

Este no es un texto de autoayuda ni tengo la intención de desvelar la receta medieval de un potaje mágico para curar las cándidas y convertir los sapos en gatitos cantarines. La lección que yo he aprendido es que mis cándidas hablan de una vida estresante a la contra y a favor de todo: una dicotomía que no da lugar a respiros. He decidido que quiero desaprender a estar siempre al 100%, que nadie tiene derecho a exigirme más de lo que estoy dispuesta a dar y que lo que intoxica mi mente intoxica mi cuerpo. No olvidemos que los coños son la cuna simbólica de nuestros cuerpos.

Así que hoy ya no culpo más a mi coño ni a mis cándidas, ni a mis autoexigencias ni a mis deseos de perfección en un mundo de locos.
Llamo a mi dragón: mis cándidas y yo nos vamos.


¡Adiós patriarcado! Para mí has muerto: ¡te asesiné con el ácido de mi vagina!

Femina Verbipotens
feminaverbipotens.noblogs.org