Mira nena, nunca sabes dónde te puede estar esperando el amor de tu vida. En mi caso, el amor de mi vida me sacaba a rastras de la disco por borracha. Pasó muchos días odiándome por lianta y ahora resulta que ahora nos vamos a casar.

TE LO CUENTO

Yo he sido un poco lianta, no nos vamos a hacer ahora las dignas y dárnoslas de señoras de bien. Y no sé, pero pensar que me voy a casar con el hombre que me sacaba a rastras de la disco por borracha, me parece increíblemente maravilloso. Grotescamente romántico.

Yo era de las de beber hasta quitarme el top, subirme a la barra y tirarme a la muchedumbre cual estrella de rock. Eso sí, sin rock y sin estrella.

El caso, que en nuestra época de solteras lozanas yo y mis amigas siempre íbamos a la misma disco porque nos gustaba mucho el estilo de música que ponían. El segurata de la disco me tenía más que fichada y cuando pretendía entrar a bailar con alcohol ya en vena, directamente el señor me negaba el acceso. Sabio hombre porque sabía cómo iba a acabar la noche. El tirándome de la oreja fuera del garito.

Para mi fortuna, cambiaron al chico de seguridad y el pobre novato aún no sabía a quien se enfrentaba. Los vestidos de flores y la sonrisa de niña buena camuflaban la bestia que aún estaba por descubrir.

Debo decir, que aunque asumo total responsabilidad de mis nefastos actos, mis amigas no se comportaban mucho mejor que yo. Éramos en general, un torbellino de caos y alcohol. Cuando formabas parte del torbellino te lo pasabas teta pero cuando te quedabas fuera, era mejor huir.

Bueno, no me enrollo.

La primera noche que el novato trabajó en aquella disco, se la lie petarda. Yo y una amiga nos colamos detrás de la barra, cogimos dos botellas y corrimos al pasillo que unía el almacén con el baño. Solo recuerdo, estar sentada y bebiendo en aquel pasillo con 3 amigas, correr y el segurata agarrándome de la trenza y sacándome de la disco.

El siguiente fin de semana nos acercamos a la misma disco y antes de entrar le pedimos mil disculpas, le dijimos que nos habíamos pasado con el alcohol y que no volvería a pasar. ¡Ja! ¡Menudo chiste!

Dos horas después yo ya estaba intentando subirme a la barra a bailar el Waka-Waka de Shakira. Claro, esto no es Bar Coyote nenas, que una mide 1.79m y las barras de los bares resbalan. En fin, yo intentando subirme a una barra resbaladiza borracha con un vestido corto fue de todo menos glamouroso.

¿Qué es lo siguiente que recuerdo? El segurata sacándome del garito.

Y mira, no te voy a engañar, cosas de estas no eran hechos aislados. Se dieron al menos 5 noches turbulentas hasta que el nuevo segurata decidió negarme el acceso. Mira, bendito momento en el que rompí su paciencia porque fue cuando conocí al amor de mi vida.

Mis amigas entraron a la discoteca y yo les prometí que me ganaría al segurata. Les dije que le daría pena y me dejaría entrar. Nada más lejos de la realidad.

Me quedé hablando con él en la entrada de la discoteca intentando darle pena, si. Pero cuando llevaba 10 minutos hablando con él se me olvidó que mi objetivo era entrar y empecé a disfrutar de nuestra charla.

Teníamos gustos musicales muy parecidos, los dos habíamos vivido en Francia y antes de que pudiera darme cuenta, lo de entrar a la discoteca me daba exactamente igual. Yo lo que quería era estar fuera, muriéndome de frío y charlando con él.

Al de un rato mis amigas salieron borrachísimas de la discoteca, yo miré el reloj y flipé cuando me di cuenta de que había pasado 5 horas hablando con él.

Era un tío, que cada vez que me veía aparecer fruncía el ceño y ahora resulta que éramos mejores amichis. Osea, me sacaba a rastras de la disco por borracha y ahora resulta que teníamos muchísimas cosas en común ¿What?

Yo me ofrecí a volver con mis amigas pero él me invitó a desayunar y claro, me quedé con él. Porque nenas, las prioridades bien ordenadas y el desayuno es la comida más importante del día.

Desayunamos juntos y yo me fui a mi casa.

Al fin de semana siguiente volvimos a la discoteca y entonces, mi nuevo amigo, el portero chachi me dejó entrar. Pero mira tú por dónde, yo tenía la cabeza más fuera que dentro.

Cada media hora salía a saludar a mi nuevo amigo, yo le echaba el aliento, el hacía el check de que no me estaba emborrachando y entonces él me decía que podía seguir de fiesta entre risas. Vamos, que cada poco rato yo salía para estar con él.

Aquella noche antes de irnos a casa, el portero me volvió a invitar a desayunar y chicas, desde aquel segundo desayuno el resto es ya historia.

Desayunamos pulpo a la gallega con cola cao, detalle que me terminó de conquistar. Si eres un caos como yo, sabes que pocas cosas calan más que otro caos andante. El caso, que un desayuno que empezó a las 6 am terminó a las 8 pm con unos pinchos en la parte vieja de Bilbao.

Un año después estábamos viviendo juntos y ahora, 3 años después de sacarme a rastras de la disco por borracha, nos vamos a casar.

 

Anónimo

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