Tamara era una de esas amigas de temporada. Nos conocíamos desde hacía unos años, y por cosas del destino empezamos a salir juntas hacía un año o así. Nos llevábamos genial, aunque especialmente quedábamos para salir de fiesta, para qué mentir.

Uno de esos días, decidimos cambiar de rumbo e irnos a una discoteca un poco alejada de la ciudad, por esto de ver caras nuevas, tú sabes. Quedamos con varias amigas en común y allá que fuimos.

El sitio estaba genial. Era una discoteca con packs especiales para despedidas de soltero/a, así que tenía un plus. Había un ambientazo, la verdad.

Pasadas unas horas, en pleno apogeo, un grupo de chicos de una despedida se nos acercó y empezó a hablarnos. Cogieron a mi amiga Tamara de “víctima” para jugar a no sé qué tontería con el novio. Yo lo vi como un acto de cachondeo y de “tonteo light” típico de algunas despedidas. Pero el caso es que pasaba el rato, y el jueguecito se extendía más de la cuenta.

Terminaron el juego, y Tamara y el novio seguían hablando. En el grupito en el que estábamos, bromeamos sobre su feeling.

Un rato después ya dejamos de prestar atención, y estuvimos a nuestro rollo. Tamara se acercó y nos pidió guardarle una cosa. Nos dijo que se iba, entre risitas, y que ahora volvía.

Todas nos quedamos atónitas viendo como Tamara se estaba alejando COGIDA DE LA MANO del novio de la despedida.

Flipé. Todas lo comentamos, pero pocas se atrevieron a comentar o a juzgar.

Yo sinceramente me quedé atónita. Llegué incluso a pensar que se iba a enrollar con él solamente a algún lugar apartado, algo que me parecía increíblemente mal, pero jamás pensé que tuviese estómago para llegar a más.

Pero lo hizo.

A la hora o así volvió a aparecer, con una sonrisa tonta en la cara. Le preguntamos y lo confirmó, se lo había tirado en su coche.

Nos reímos todas, algunas divertidas, otras, más bien, de forma circunstancial. Ante las caras de algunas de nosotras, Tamara alegó que ella estaba soltera, que no era ella quien le estaba haciendo daño a nadie.

Yo en aquel momento me callé y no entré en discusiones.

Lo peor es que, de camino a casa ya en el coche, nos dijo que se habían dado los teléfonos y que habían dicho de quedar al día siguiente.

Una ya sabes que infieles hay en todos lados y está curada de espanto, pero de verdad que hasta que no lo ves con tus propios ojos no eres capaz de creer que alguien le pueda hacer eso a su futura mujer. Y ya no sólo eso, si no que sea capaz de sentirse tan poco culpable como para pedir teléfonos y quedar al día siguiente. Es que es de una frialdad asombrosa.

Dos semanas más tarde, quedé con Tamara para tomar un café, y me contó que había quedado en total unas 3 o 4 veces más de aquel día. Obviamente, triscándoselo en todas y cada una. Pero que ya no iban a quedar más porque le daba palo que estuviese casado (ahora…) y que además él le dijo que se casaba justo el finde de la semana en la que habíamos quedado nosotras  (dentro de 3 días, vaya) y que le quería ser fiel a su novia.

¡¿PERDOOOOOOONA?!

Yo de verdad que no pude flipar más. No quise juzgarla y mucho menos enfadarme con ella porque aquí el culpable es ÉL en toda regla, pero desde luego sus actos demostraban una falta de valores bastante graves.

Porque mira, que te enrolles con un chaval y luego te enteres de que tiene novia, vale. No ha sido tu culpa. Que lo hagas aun sabiendo que tiene novia… mal, muy mal. Pero que lo hagas sabiéndolo desde primera hora, ya que es EL NOVIO de una despedida, y te la sude hacerlo no una, sino varias veces …para mí eso no tiene nombre. No me puedo creer que se tenga tan poca empatía y tan poca sororidad con alguien que además, perfectamente, podrías ser tú.

Aun así repito, EL INFIEL ES ÉL y el culpable de todo, pero aparte de eso… hay que tener algún mínimo de valores y de empatía. Digo yo.

En fin, pobre chica.

JUANA LA CUERDA