Paula es una de mis mejores amigas. Es una mujer sencilla y práctica, flexible cuando se requiere y contundente a la hora de marcar límites. Siempre he admirado su capacidad de disfrutar de la vida, tanto de planes cotidianos y ordinarios como de esos especiales que se planifican con mucha antelación y mimo. Le encanta salir, la gente, estar con su familia y con sus amigas. Y en cualquier contexto la ves reír, charlar y disfrutar, no necesita nada más.
Es de las pocas solteras que quedan en el grupo de amigas, porque ella tiene muy interiorizado lo que otras han (hemos) tenido que aprender en terapia: tu felicidad no depende de una pareja. Ella lo tiene muy claro. Por eso, a sus 37 años, no se ha vuelto loca buscando un novio que la complemente o que le sirva de instrumento para las concesiones al reloj biológico. No se cierra. Si alguien llega a su vida, bien. Si puede formar una familia, mejor. Si no, también está bien.
Ella nos ha enseñado que, cuando no supeditas tu vida a los convencionalismos, te conoces y entiendes mejor lo que quieres, esperas y necesitas. Hay menos riesgos de tomar decisiones equivocadas en el amor. Hay menos riesgo de andar torturándote por algo que se sabía que no funcionaría desde el principio, pero que se forzó por miedos e inseguridades.
Con las ideas claras, pero no de piedra
Sin juzgar a nadie, Paula analiza desde la distancia las relaciones de sus amigas. Le da más perspectiva para saber qué quiere y qué no. Y no es mucho lo que busca, solo una persona que le atraiga, la quiera, la respete, la trate bien y comparta sus aficiones. Tan poco y, a la vez, tanto. Eso descarta a celosos, acaparadores, incomprensivos y tipos que la mareen por su falta de claridad de ideas.
En esas estaba, limitándose a disfrutar cuanto pudiera, cuando apareció en su vida Luis. Lo conoció a través de su hermano, ya que ambos son aficionados al running y pertenecientes a un club local. Por entonces, Luis estaba intentando ampliar su círculo de aficiones y de amistades tras haberse divorciado, después de más de 10 años de matrimonio y dos hijas ya casi adultas.
Paula tiene estándares, pero no es de piedra. Si un tipo atractivo y sin pareja le dedica sonrisas, atenciones e insinuaciones, ella cae como caeríamos todas. Cualquiera se siente tentada a bajar los estándares, sean los personales o los relativos al horizonte común. Pero había dos problemas con Luis. Uno era que no volvería a tener hijos/as, una posibilidad a la que Paula no quería cerrarse por completo. El otro era que acababa de salir de una larga relación y no estaba preparado para tener nada serio.
Cuando se lio con él la primera vez, lo hizo conociendo esas dos premisas. Sabía que contradecía sus propias convicciones, pero se pilló. La psiquiatra y divulgadora Marian Rojas-Estapé insiste mucho en esto. Hay que anticiparse al enamoramiento y a la explosión de hormonas que conlleva. En un momento de paz, dedícate a establecer tu propia pirámide de valores. Cuando surja la chispa o el flechazo, y esa persona te cause interés, pasa la fase que se salta el 90% de la gente: pon la cabeza y comprueba que encaja en tu pirámide. ¿Te conviene enamorarte o no?
Sí, suena mucho más fácil de lo que es. A quien quiera ampliar información, le recomiendo el pódcast de Marian Rojas Estapé, que está disponible en Spotify con ese mismo nombre.
Ni los estándares salvan de los cretinos
Paula sabía que no estaba poniendo la cabeza porque, en conversaciones entre amigas, ella misma anticipó lo que iba a pasar. Y fue peor, porque hubo otras cosas que no anticipó.
Resultó que el tipo, además de no que le convenía, era un gilipollas. Porque a mi amiga le dijo que no podía iniciar una relación seria después de haberse divorciado… hasta que apareció otra que le gustó más. Una acepta que eso puede pasar, sí, pero que no se actúe con tan poca claridad y nula responsabilidad afectiva.
Ahora mi amiga no solo tiene el corazón roto, sino que le va a costar sanar porque el tipo no le facilita el contacto cero, y porque la mujer con la que está tiene muy poca clase. Se ve que Luis necesitaba hacer amigos nuevos y, como le cuadró el grupo del hermano de Paula, ha seguido saliendo con ellos como si no hubiera pasado nada. Poco le importa que mi amiga sea una integrante habitual de ese grupo, pues incluso lleva a su novia nueva, y esta no escatima miradas, cuchicheos y risitas cuando se tercia. No es cosa de que mi amiga se esté volviendo paranoica, cualquiera que esté delante lo puede constatar.
De todo esto, Paula ha aprendido que no está a salvo de gilipollas egoístas, lamentablemente. Pero también que no bajarse de sus estándares pone una barrera a los tipos como Luis.
Azahara Abril
(IG: @azaharaabrilrelatos)