Mi cita más curiosa: nunca averigüé su nombre

 

Veamos, aclaración principal: cuando yo conocí al chico, claro que se me presentó, pero lo que quiero decir con el título es que era mentira. Una mentira que para él no lo era, y os voy a explicar por qué. Resulta que con el nombre con el que yo le llamaba en nuestras escasas citas, llamémosle simplemente «A», no era el auténtico, pero era con el que se presentaba siempre. ¿Pero yo cómo iba a sospechar esto? De ninguna manera, y querido, no eres ningún agente infiltrado de una agencia ultra secreta, da tu nombre y no pensaremos que eres un mentiroso redomado. 

El caso es que tuvimos unas citas bastante sosas, pero yo estaba muy aburrida y hacía ver que le escuchaba cuando me narraba que él hacía una labor social muy importante. ¿Que cuál era? Bueno, al parecer él y unos amigos suyos (¿esos amigos existen, George?) habían creado un juego on-line. 

En dicho juego, todos debían tomar el rol de UN TRAUMA. Sí chicas, de un trauma, y avanzar en la trama según se sintieran tristes o lo que pensaran al respecto. Que vale, que muy bien si eres terapeuta y gracias a tus conocimientos lo tienes todo bajo control, pero que el mozo era empleado de gasolinera, a ver si nos entendemos. Todo trabajo es digno, pero no te pongas a jugar con la psique de las personas si no tienes puta idea, desquiciado. Más aún cuando me dijo que, evidentemente, los que jugaban a ello eran adolescentes. 

Tratando de introducir el tema suavemente, le dije que si hacer algo así no le parecía peligroso, a lo que me respondió que en absoluto, que los chicos respondían muy bien. No sé a qué respondían bien, porque revivir traumas pasados sin el acompañamiento de un profesional, me parece como poco temerario. 

Debió notar que el tema no me hacía ninguna gracia, de modo que optó por otro más suave: decidió confesarse y me dijo que me tenía que contar una cosa y que por favor le comprendiera. A ver, a ver qué más me tenía que decir el individuo que no me hubieran puesto rojas las orejas ya. 

Pues no va y dice el pintamonas que «A» no es su nombre real, que es solo el que le gustaría tener, y que solo me lo dice por si un día veo su DNI. (¿Cuándo iba a pedirte yo el DNI, corazón? ¿para entrar en mi zona VIP? No ibas a pasar de todos modos). Le digo que de acuerdo, que me parece bien, al fin y al cabo si es lo que desea todo correcto. Solo que me hubiera gustado saberlo desde el principio y que, bueno, si me puede decir cómo se llama, aunque yo le nombre de otro modo. Me contesta que aún no puede decírmelo, en ese momento aún no. 

Ni en ese momento ni nunca, porque él y yo no llegamos a nada, así que se quedó como «A», el traumaniños para siempre, y no he vuelto a saber.

 

EGA