Mi gato es Satán encarnado

 

Hola, LoverSizers
Hace ya 13 años que tengo gato, sin embargo, por desgracia, tuve que decir adiós a mi pequeño Damon a finales de febrero del 2022. Yo estaba embarazada, pero desde el principio, quería que mi hijo se criara con una mascota, y aunque quizá muchos penséis que adopté demasiado pronto ante la pérdida de mi abuelete, Ezio llegó a casa el 31 de marzo tras adoptarlo en una protectora.


Tenía tan solo dos meses, era una bolita blanca y negra de lo más adorable que estaba junto a dos hermanos más. Recuerdo que, nada más llegar, la mujer que nos atendió comentó que había tenido que cambiarlos de jaula, pues uno de ellos, al parecer tenía cierra habilidad con el escapismo.


Obviamente me reí. Tras eso, llegó el momento de elegir a uno de los pequeños, aunque yo me los hubiera llevado a todos. Hubo uno en especial que se quedó al fondo del trasportín, sus ojos parecían como tristes, estaba asustado. Era el más negro de los tres, su nariz  también lo era y en su barbilla parecía que hubiera una perilla.
¡Me enamoré! ¡Cómo para no hacerlo con esa carita de angelito!


Mi mente pensó que era poco probable que ese fuera el escapista, ¡parecía tan bueno!
De allí salió bautizado como Ezio. Para los más frikis, el nombre es del videojuego Assassin’s Creed, aunque quizá, mini Satán hubiera encajado mucho mejor, porque tras los primeros días, la teoría de que él era el escapista, fue muy real.


El primer día, como era lógico, se escondía, aun así desde el principio se acurrucaba con nosotros.
Esto para mí era nuevo, ya que mi Damon, aunque era bueno, solía ser de lo más independiente. Ezio todo lo contrario.
Desde el principio se pegaba a nosotros, se acurrucaba, y cuando se acostumbró al piso, su locura hizo acto de presencia, convirtiendo al adorable gatito en un demonio esquizofrénico imparable.


Primero comenzó con cosas tan inocentes como tirar algún objeto de la mesa, algo normal, pero conforma crecía, su locura fue en aumento.
Tiene arrebatos de locura, corre por el pasillo lanzando gruñidos de Gremlin mientras hace parkour por las paredes. Se sube por tu espalda sin importarle abrirte en canal con sus uñas afiladas, te roba comida, y aunque le riñas para que deje de hacer el zumbado, no aprende nada y repite una y otra vez las mismas fechorías para mirarte con esa cara de «me la suda» tan evidente.


Ha aprendido a hacer equilibrismo por encima de la tele, se sube al mueble, y por supuesto, si algo le molesta, mueve su preciosa patita para tirarlo sin importarle las consecuencias.
Pero lo peor no es eso… Yo creía al 100% en la creencia de que los gatos son súper limpios y pulcros, pues este, NO.
¡ES UN GUARRO!

Mi Damon se paraba como diez minutos a limpiarse las patas tras miccionar, a Ezio se la suda. Lo que sí hace es tirar toda la arena al suelo sin importarle que con ello saque alguna de sus mierdas al suelo. Al contrario, eso le satisface, porque el cochino se pone a jugar con ella como si fuera su pelota favorita, por lo que, tener limpio el suelo, se ha convertido en misión imposible con semejante cerdo. Y claro, como come todo lo que pilla, sobre todo pelos, pues no son pocas las ocasiones en las que se le queda la mierda colgando y para que se suelte restriega el culo contra el suelo como un perro en plena calle.


Me desquicia. Cada día encuentra una travesura que hacer y con ello hace que se le vete sitios del piso. El baño lo tiene prohibido, su pasatiempo se ha convertido en tirar los bastoncillos de las orejas, y ya sabemos que esas cajas, tan ordenadas cuando las abres por primea vez, nunca quedan igual en el instante en que se desperdigan por el suelo.


Dejar algo pequeño a su alcance es arriesgarse a que lo tire o lo destroce y él cree que es el más bueno del mundo.
Pero no todo es malo en este pequeño demonio encerrado en el cuerpo de un ser adorable.


Es juguetón, te trae la pelota en la boca como si fuera un perro y te pide con un tierno maullido que se la tires sin parar. También, cuando no le da la locura y hay que dejarlo dormir en otra habitación, duerme con nosotros, acurrucado en nuestros brazos durante parte de la noche. A veces viene y te da besos, te huele y te maúlla y eso consigue que, a pesar de todo eso malo que a diario me saca de mis casillas, lo quiera cada día más.

 

Melanie Alexander