Mi historia con ‘ el hombre araña ’

Conocí al protagonista en una fiesta de Halloween, pero no, no iba disfrazado de Spiderman, sino de payaso diabólico, lo que resultó ser un spoiler de su verdadera personalidad. Fui a una discoteca con mis amigas, todas vestidas de bruja (muy original) cada una con una peluca de un color. La mía era azul eléctrico. Es un dato irrelevante, pero es que amo esa peluca. Allí que nos metimos a darnos codazos (no cabía ni un alfiler) y en mitad del bullicio me crucé con el tipo este que, entre el jaleo y que ya iba contentillo, me derramó media copa encima.

hombre araña

De una disculpa torpe pasamos a saludarnos y a contarnos que nos encontrábamos desubicados en aquel ambiente. Después de charlar durante un rato me acabó convenciendo para salir por patas de allí y buscar otro sitio. El chico pasó de parecerme un flipado de la vida a caerme simpático, pero claro, igual el hecho de que nos apalancamos en un pub a beber cerveza tuvo algo que ver. Al cabo de un par de horas nos echaron porque iban a cerrar y el chico me invitó a su casa.

En el taxi de vuelta me intentó meter mano torpemente, pero por muy borracha que pudiera estar a mí eso de que me metan mano con un señor con bigote al volante y el salpicadero forrado en estampitas de la Virgen del Rocío me cortaba el rollo muchísimo. No le di importancia porque era consciente de que él también iba un poco borracho, pero no dejaba de llamarme la atención de que cuando fue a acariciarme el muslo me hizo una cosa rara en las medias, como si quisiera arañarlas más que tocarlas.

hombre araña

Cando llegamos a su casa ―el típico piso de estudiantes destartalado― me llevó hasta su cuarto que estaba al fondo del todo, lo que significa que crucé todo el salón lleno de mierda (cajas de pizzas vacías, platos sucios, calcetines tirados por el suelo, envoltorios de plástico…) y un pasillo en el cual las pelusas rodaban como esas bolas del desierto de los westerns. Me dio asquito, sí, pero ya que había llegado hasta allí algo muy chungo me tendría que encontrar en su dormitorio para que huyera rauda y veloz. Su cuarto no fue el problema, pero sí que acabé huyendo.

Nos empezamos a liar sentados en su cama y, de nuevo, me fue a “acariciar” el muslo haciendo algo raro con sus uñas inusualmente largas. Le pregunté que qué hacía a lo que contestó muy serio que acariciarme. Seguimos a lo nuestro y antes de que me fuera a desnudar me hizo lo mismo:

― A ver, tío, ¿qué te pasa con mis medias? Que te las vas a cargar. Me las quito.

― Vale, vale.

hombre araña

El tío hacía caso omiso a mis comentarios, como si estuviera loca o algo. ¿Pero y este hombre araña? Nos desnudamos, y nos metimos en la cama, y ya a punto de darle al tema, de forma totalmente aleatoria, coge y me araña la espalda. Pero supergratuito todo, no era un momento de clímax ni se lo pedí. Nos estábamos besando con pasión y pum, arañazo que te crio. 

― Ay coño, me has hecho daño. 

― ¿Ah sí? No me he dado cuenta.

― Joder, me has clavado las uñas, ¿tú qué crees?

En ese momento me fijé y no tenía uñas, tenía garras. Eso no era humano, parecía un ave rapaz.

― ¿Tocas la guitarra o algo?

― ¿Qué? 

El tipo estaba borrachísimo y me estaba dando mucho bajón.

― Que si tocas algún instrumento porque tienes las uñas muy largas.

― Ah, no, no. Me gustan así, me gusta el tacto que dan. 

Hizo un movimiento como para mostrarlas orgullosos y me dio ascazo. Hasta ese momento no me había fijado bien, pero además de largas eran asquerosas, las tenía sucias, algunas estaban como infladas… era una cosa muy rara, igual por enfermedad o por hongos, yo qué sé, pero me dio asco y bajón y me fui. 

Al día siguiente le pedí a mi compañera que me mirase la espalda a ver qué tenía y se quedó a cuadros. Me ayudó con los espejos y vi que tenía un rayote tremendo cruzando media espalda con sangre y todo. Hombre araña. Ha sido, de lejos, el Halloween más Halloween que he vivido nunca. 

 

Ele Mandarina