Mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo

 

Cuando tenía quince años me enteré de que mi padre le había sido infiel a mi madre y me enfadé muchísimo con ambos. Con mi padre por haber traicionado a mi madre de aquella manera. Y con mi madre por perdonarle.

Nunca entendí cómo había sido capaz de seguir con él.

Yo estaba muy segura de que jamás perdonaría una infidelidad. Me daba igual lo enamorada que pudiera estar ni cuántas veces me pidiera perdón mi pareja ni lo arrepentido que pudiera mostrarse. Para mí, una infidelidad siempre supondría el fin de la relación.

No puedo poner la mano en el fuego por ninguna de las parejas que he tenido a lo largo de mi vida, pero hasta donde yo sé, ninguno me engañó.

Quiero decir, aunque es muy probable que alguno lo hiciera, si fue así yo nunca lo supe. Por tanto, tampoco puedo afirmar con rotundidad si ese hecho hubiese terminado con la relación.

Y es que con la edad he aprendido que hay un montón de temas con los que ya no soy ni la mitad de tajante y estricta que mi yo más joven e ingenuo.

Mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo
Foto de Austin Guevara en Pexels

Una parte de mí está convencida de que no podría volver a confiar en mi marido si me hubiera engañado. No lo sé a ciencia cierta ni tengo ganas de descubrirlo.

Lo que sí sé con seguridad es que él en mí sí.

La historia es que yo fui infiel y mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo. Conque ahora me toca lidiar con eso.

Me toca asumir que, pese a que le quiero más que a nada en el mundo, hubo unas semanas en las que me debí de olvidar. De lo que le quiero, de lo que quiero que haya entre nosotros, de lo que no y hasta de mis propios valores y principios. Ya que si hubiera tenido presente tan siquiera una de esas cosas cuando mi affaire tuvo lugar, no lo habría hecho.

 

Mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo

 

No obstante, lo hice. Me lie con un chico que apenas conocía y por el que no sentía nada más que mera atracción física. No una ni dos veces, ni estando borracha ni con mis capacidades mentales mermadas por cualquier otro tipo de sustancia o situación. Me lie con él porque sí, porque me regaló el oído, porque me hizo sentir joven, guapa y especial… Y porque no soy tan buena persona ni tan íntegra como me creía.

Mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo
Foto de Pixabay en Pexels

Mi escarceo duró menos de un mes y un puñado de encuentros y debo confesar que me llevó mucho más reunir el valor para contárselo a mi marido. Aunque sabía que me exponía a perderle y que seguiría cargando con la culpa, no quería ocultárselo más.

Creía que me gritaría, que rompería algo (no es un hombre violento para nada, pero, a mi juicio, la ocasión bien lo merecía), que me pediría que me fuese de casa o que haría una maleta y se marcharía él.

No hizo ninguna de esas cosas. Se limitó a dejarme hablar, a escucharme sin interrupciones y, una vez que dejé de moquear e implorar su perdón, me preguntó por qué lo había hecho. Él solo quería saber si me había enamorado de ese chico o si tal vez simplemente me había desenamorado de él.

Mantuvo la calma, me dejó explicarme y me creyó a la primera cuando le dije que no había significado nada y que solo le quería a él.

Se levantó, no me rechazó cuando me tiré en sus brazos y me pidió que le diera un tiempo para asumir lo que había ocurrido.

Ahí pensé que sí, que al final cogía sus cosas y se piraba. Pero no. Se fue a hacer la cena, sin más.

Mi marido me perdonó, pero la que no me perdono soy yo
Foto de Nathan Cowley en Pexels

Cenamos juntos, dormimos en la misma cama y, aunque el ambiente estuvo raro durante varios días, de alguna manera todo volvió a la normalidad.

A mí me chocaba tanto que tuve que preguntarle si necesitaba más tiempo o en qué punto estábamos. Flipé cuando me dijo que me perdonaba y que, si yo estaba segura de que quería seguir con lo nuestro, él también lo estaba. Que pasáramos página.

Han pasado seis meses y yo sigo pensando que quizá se está conteniendo. Estoy atenta a sus actos y a sus reacciones, esperando pillarlo en algún renuncio. Tengo el temor de que un día estalle por cualquier tontería y me explote toda esta mierda en la cara.

Porque se supone que él me ha perdonado, insiste en que lo ha hecho y que todo está bien. Pero yo no me he perdonado a mí misma ni creo que lo consiga.

Y que él lo haya hecho, lejos de ayudar, me hace sentir la peor mujer del mundo.

Es como cuando de niña hacía una travesura y mi madre, en lugar de reñirme, me decía lo mucho que la había decepcionado.

Preferiría que se enfada conmigo, que me diera pie a seguir pidiéndole perdón cada día durante el tiempo necesario para que yo también pudiera hacerlo.

¿Qué hago para que esto no termine lastrándonos? ¿Cómo puedo perdonarme?

No tengo ni la menor idea.

 

Anónimo

 

Envíanos tus vivencias a [email protected]

 

Imagen destacada de Austin Guevara en Pexels