– Mi primer amor y primer dramón. 

Eran mediados de los 2000. Años de botellones en la calle y de messenger y ahí que voy yo un año con una amiga que estudiaba en otra ciudad a las Cruces de mayo. 

Esta amiga estaba en una residencia. Nos quedamos con ella en su habitación dos de sus hermanas y yo. Los primeros días que estuvimos con sus hermanas fuimos más de tranquis. Una vez que se fueron, empezó lo bueno para nosotras. En esa fiesta conocí a un muchacho, con el que me fui a la habitación de mi amiga (sí, «eché» a mi amiga de su habitación). Por aquellos entonces era virgen, cosa que le hice saber al muchacho. No hicimos nada más allá de muchos besos, caricias y toqueteos.

A la mañana siguiente, me pidió el número de teléfono y el messenger. La verdad, él era de otra ciudad y yo era reacia a dárselo. Para mí eso había sido un rollete y no tenía ganas de historias a distancia. El muchacho fue insistente y al final se lo di. 

Las siguientes semanas fueron de messenger y SMS, yo como al principio, me mostraba bastante  reacia, pero a base de muchos mensajes fui poco a poco cayendo. Sin darme cuenta estaba deseando conectarme al llegar de clase y ver si él también lo estaba y cada mensaje al móvil me paraba en seco la respiración. 

Me decía que iba a venir a verme y lo hizo. 

Le presenté a mis amigos y se integró perfectamente. 

Pasamos un fin de semana juntos y ahí se me inundó el corazón de amor. 

A la siguiente vez fui yo a verle a su ciudad. Y ahí perdí (de forma bonita, hay que decirlo) mi virginidad. 

Y también ahí empezaron las cosas raras (o empecé a verlas). 

A sus amigos me presentó como una amiga de la familia. No tenía sentido para mí y ni recuerdo la excusa que me puso, pero no me gustó. Pero yo hice como si nada. 

Volví a mi ciudad y seguí con mi vida. 

No sé decir exactamente en qué, pero veía que algo había raro, diferente. 

A la próxima vino él a verme. Era verano y venir a una ciudad con playa es muy tentador. Sobre todo si vienes con unos amigos para estar de fiesta, piscina, playa. 

Yo me voy con él al apartamento que habían alquilado y, al segundo día de estar él aquí, me deja. 

Recuerdo que esa noche habíamos quedado con unos amigos míos para salir todos de fiesta (sus amigos y los míos). Mi cara era un poema. Una amiga que me vio me preguntó que qué me pasaba y se lo solté: que me ha dejado. 

¿La excusa? Según él, que no le veía futuro a lo nuestro. Pero claro, eso no se habla entre los dos, no se decide, no. Me lo suelta un día en la cama, después de follar. Todo muy bien. 

Yo me había hecho ilusiones y me quedaron preciosas. 

Pasó el verano, volví a clases. Lloré mucho, perdí 7 kg (era el espíritu de la golosina) , no fui capaz de concentrarme en estudiar para las asignaturas pendientes de septiembre. Pero empecé un nuevo curso y me preparé para hacerlo de 0 y con fuerzas.

 

Un día mis amigos me reunieron para hablar conmigo y lo que me contaron me dejó parada.

En mi tiempo en que yo me estaba recomponiendo, ellos habían tenido noticias de él. 

Resulta que cuando mi amiga volvió a su residencia de estudiantes después del verano, estaba colocando las cosas de la maleta en su cuarto cuando por el pasillo lo vio pasar a él y no pudo evitar llamarlo, ya que se sorprendió al verlo. 

Estaba allí porque la novia iba a empezar a estudiar en esa ciudad y él le había recomendado esa residencia (no sé aún que opinar al respecto de esto, ya que sabía que mi amiga estaba allí). 

Mi amiga le contó todo a otra compañera de residencia y el chisme prendió rápido. Hasta el punto que la novia se enteró. Con la novia había empezado a salir dos meses antes de conocerme y liarnos esa noche. Esta se enfadó y lo dejó con él. Pero él era un seductor nato, la convenció de tal manera que volvieron y hasta se casaron años después. 

Otra de mis amigas se puso en contacto con él por correo electrónico (correos que me reenvió y leí con mis ojos). 

Era sencillo el motivo por el lo dejó conmigo: yo estaba planeando ir a las fiestas de su ciudad (una ciudad pequeñita) y el pobre muchacho se agobió de pensar en que nos podríamos encontrar la novia y no iba a poder gestionar bien su doble vida con las dos en las fiestas. 

Y el motivo de seguir con ella es que era de su ciudad. 

Me quedé en shock, pero entendí todo. Incluso aquellas cosas raras que veía sin ver, pero que el instinto nos dice que están ahí. 

Y también me sentí orgullosa de mí, porque después de destrozarme el corazón (yo todavía sin saber nada del percal) , siguió escribiéndome y, entre cosas, me decía que no me olvidaba y quería venir a verme. Le corté en seco y lo bloqueé de todos lados. No quería que me engatusara otra vez, para partirme de nuevo mi corazoncito herido. Que pilló un buen cabreo, por cierto. 

Después de enterarme de todo le escribí por email, porque quería quedarme a gusto (no recuerdo bien, pero le dije algo como: lo sé todo y eres un mierda). Me escribió algo en respuesta, pero ni le presté atención, no me interesaba. 

Le di carpetazo al asunto y aprendí el valor de la amistad. Yo me enfadé con mis amigos por no contarme nada cuando se enteraron. Sentí que lo habían hecho a mis espaldas y eso no me gustó. Pero lo hicieron así porque me vieron tan mal que prefirieron que siguiera saliendo de mi pozo y ellos ya sacaron las uñas por mí. Me lo contaron todo cuando vieron que estaba preparada. 

Ah, también aprendí que follar bien, no lo hacía. 

 

Anónimo

 

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