Mi cuerpo me empieza a mandar señales de que próximamente me va a bajar la regla. Mis pechos están sensibles y empiezo a sentir ligeros pinchazos de dolor en los ovarios. Se acerca el peor momento del mes, los peores y más dolorosos días del mes.

DÍA 1:

Me despierto de madrugada a causa del terrible dolor que siento de ovarios. No quiero levantarme de la cama, pero o me tomo algún tipo de antiinflamatorio o terminaré por arrancarme yo misma mis propios ovarios. Consigo llegar a la cocina para comer un yogur y acto seguido ingerir una pastilla. Después de muchas vueltas en la cama y cuando la pastilla consigue hacer efecto me voy durmiendo de nuevo.

Han pasado 7 horas desde que me tomé la pastilla, me vuelven con gran intensidad los dolores, tengo espasmos y no sé en que postura tumbarme para que se calmen. Tengo nauseas del dolor, consigo llegar al baño a cuatro patas porque ni siquiera soy capaz de incorporarme. Al llegar a la taza del váter, siento mareos. Me tiro en el suelo del baño. Estoy sudando, pero a la vez tengo frío. Cuando consigo reunir fuerza vuelvo a la cama, para esperar que el dolor pase, no tengo más opciones.

DÍA 2:

No quiero levantarme de la cama. No tengo energía. Me he leído todos los artículos que existen en internet sobre cómo disminuir el dolor y en muchos hablan de los beneficios del deporte. Me obligo a levantarme de la cama e ir al gimnasio.

Estoy en el gimnasio sudando y con ganas de morirme del dolor de ovarios.  Siento cómo en cada movimiento que hago la sangre va bajando por mi cuerpo. Intento aguantar pensando en todos los beneficios de los que hablan en Internet, pero tengo que salir antes de que termine la clase de spinning.

DÍA 3:

Me levanto de la cama, son las 7 de la mañana. Con mi desayuno me tomo otra pastilla. Ya he perdido la cuenta de cuántas pastillas me he tomado desde mi primer día de regla. Me cuesta mantenerme de pie del dolor. Cojo el metro suplicando que haya algún sitio libre, pero no tengo suerte. Me toca agarrarme a la barra del metro y distraerme para no pensar más en mi dolor. No tengo derecho a quejarme, no tengo derecho a que me cedan un asiento, al fin y al cabo, estoy pasando lo que muchas mujeres, una regla más de las muchas que tendré en mi vida.

He llegado a trabajar, ahora solo me queda soportar este dolor mientras intento concentrarme y trabajar.

DÍA 4:

Voy al baño en el trabajo. He manchado más de la cuenta. Rebusco en mi bolso. ¡ALARMA! No me quedan compresas. Vuelvo a la oficina y voy una por una pidiéndole a mis compañeras si tienen algo que me pueda ayudar.

Estoy harta de tener que pedir compresas como si estuviese pidiéndoles una raya de cocaína. Me encantaría entrar en la oficina y decir en alto “Chicas no me quedan compresas y estoy con la regla, ¿alguna me puede dejar algo?”. Pero eso podría incomodar a todos los hombres de la sala. Para ellos que diga eso en alto o que diga “Llevo un chaleco con bombas y voy a explotarlas” es más o menos lo mismo.

DÍA 5: Hoy se me ha terminado la regla. Ahora a esperar al mes siguiente.

Autora del texto: Xandra Alonso

Instagram: @xandraalonso