Hace unas semanas se me ocurrió decir por aquí, entre otras muchas cosas, que la regla seguía siendo un tema del que seguía sin hablarse con naturalidad. Como en todo, hubo comentarios variados. Y ¡bien! Se agradece que haya diversidad, que no todos pensemos igual… Dar y escuchar y otras opiniones es gratificante. Pero hubo uno que me dieron ganas de decir unas cuantas cosas, vamos, de escribir esto. El comentario venía a decir que no hay que hablar de la regla por educación, igual que no se habla de “la caca o el pis”.

Vamos a ver. En primer lugar, quiero aclarar, por si alguien no lo tiene claro, que todos cagamos y meamos. Todos. Tu vecino, tu pareja… y también la gente más elegante, los asistentes a la boda de Harry y Megan e incluso los más remilgados. No hay nada que una más al mundo que todos tengamos estas necesidades fisiológicas. ¡Estamos unidos/as por la caca! Por supuesto que no voy a hablarle de mis deposiciones al de la frutería de abajo. Pero, ¿no habéis terminando hablando con vuestros amigos sobre cacas? ¿En serio? No hay nada más natural del mundo que cagar, así que no hay nada más natural que hablar de ello. Lógicamente, no voy a ponerme a hablar de ello con un señor del banco, en una entrevista de trabajo o en el ascensor cuando un vecino pregunta un «¿qué tal?» de cortesía. ¡Sentido común!

Igual pasa con la regla. Que la regla es normal, señoras. Que nos duele, que sangramos, que vamos en el metro o al trabajo con dolor de ovarios y con contracciones en el útero y hay veces que soltamos unos coágulos que eso parece un parto. Sí,  el pis y la caca son naturales, pero es algo que (siempre que no haya un problema), podemos controlar, pero la regla, no. No hay un grifo en el que puedas regular o decir: ale, que salga todo.

Pero con la regla, cuando te preguntan «¿qué tal todo?», dices «muy bien» sonriendo mucho mientras rebuscas en el bolso una dosis de ibuprofeno y vas contabilizando Tampax, compresas, copas de luna o lo que sea que uses.

Pues no. Últimamente cuando mi cara reflejaba el dolor que tenía o tenía que sentarme para aguantar una contracción reglil y se acercaba alguien en el trabajo a preguntarme si me encontraba bien, yo he dicho que era por la regla. Tal cual cómo es. Y aquí, ha habido reacciones de todo tipo. O la otra persona es una mujer y empatiza contigo o es un hombre y se queda petrificado o incluso le sale algo de rubor de incomodidad.

De hecho, un compañero me comentó que le sorprendía la naturalidad con la que lo decía y que le parecía bien, pero no estaba acostumbrado. ¿Cómo no va a ser eso natural? Repito: no voy a comentar qué hago o qué dejo de hacer en el baño con todo el mundo que me encuentre. Pero seguimos en un mundo en el que hay que evitar hablar de la regla, en el que sigo viendo cómo algunas mujeres esconden el tampón o la compresa mientras la llevan al baño, que dicen que están indispuestas cuando les ves una cara de dolor o terrible, o en el que mujeres de más edad dicen “la regla” en bajito por si alguien se ofende. ¿Nos quejamos de que los anuncios sigan mostrando perlitas azules y decimos que no hay que hablar de la regla por educación?

Creo que no soy maleducada. Me han enseñado buenos modales, pero también me han enseñado a cambiar las cosas que no están bien.

La sociedad nos ha impuesto durante siglos que la regla es sucia, que hay que ocultarla… Y no quiero seguir haciéndolo. ¿Qué os parece? ¿Y si empezamos a llamar las cosas por su nombre? ¿Y si normalizamos lo que es más natural?

Imagen principal: Carrie (2013) Metro-Goldwyn-Mayer, Screen Gems.

Imágenes: Movie 43 (2013) Relativity Media.