Por más surrealista que parezca, mis profesoras me hacían bullying.

Desde los 3 años hasta los 18 fui a un colegio ultra conservador y muy muy religioso (Opus Dei). De esos en los que a las niñas se les enseña punto de cruz, protocolo y mecanografía pero a los niños (que están en otro edificio bien lejos) les llevan a fábricas de automoción.

Supongo que yo nunca encajé muy bien allí, mi madre siempre ha sido muy creyente pero mi padre se lo cuestionaba absolutamente todo. Y yo, salí a mi padre.

Desde bien pequeña, no aceptaba que nos sentaran, nos prohibieran hacer preguntas y nos hicieran creer absolutamete cada palabra de la Biblia. Yo tenía preguntas, quería entender bien todo aquello que debía creer sin cuestionar, pero a mis profesoras no les gustaba una mierda mi actitud.

Por aquel entonces no diría que mis profesoras me hacían bullying. Aunque no me trataban nada bien, creo que el bullying vino después.

Con 10 años me fui un año de intercambio a Inglaterra a un colegio también religioso pero mucho menos estricto, machista o anclado en tiempos de Franco. Iba a clases con niños y niñas, hacíamos deporte y no íbamos a misa 2 veces a la semana.

Cuando volví con 12 años, yo me había convertido en un niña imposible de adoctrinar. Voy a puntualizar, yo soy creyente, me declaro fan de Jesucristo y de todo lo que dijo. Creo en ayudar a los demás, en no actuar desde el rencor o la envidia, creo en entender a las personas que sufren y ayudarlas a sanar y creo en dar a los necesitamos antes de comprarte un iphone de 1.500€.

Soy creyente, pero estoy públicamente en contra de cualquier orden religiosa clasista, machista, materialista, homófoga, discriminatoria, capitalista o usurera.

Por que eso no es el ejemplo de Dios, eso es una puta mierda pinchada en un palo.

Bueno, el caso, que cuando volví con 12 años empezó mi mayor calvario. Yo era una niña muy creativa y con mucho potencial, pero no pasaba por el aro. Os pongo ejemplos:

Nos empezaron a dar clases de cocina y nos enseñaron a pelar cualquier marisco o fruta con tenedor y cuchillo. Yo durante aquellas sesiones, verbalizaba en alto cosas como «No entiendo cómo esto va a ayudarme a acceder a una ingeniería» o «¿A los chicos que les enseñais? ¿Cómo darnos órdenes?»

Yo lo pasaba francamente mal, porque veía como intentaban a toda costa producir chicas dóciles que no se cuestionaran nada y que sólo sirvieran para poner la mesa, cocina, planchar y bordar. Y yo sabía que yo y en general, mis compañeras, eramos mucho más que todo eso.

El profesorado se tomó mi impertinencias como ataques y faltas de respeto y empezaron a tratarme francamente mal. Vamos, que mis profesoras me hacían bullying. Tanto fue así que yo acabé segundo de Bachiller plenamente convencida de que no haría nada con mi vida.

A menudo solían hacer comentarios de estos estilos «Sabemos que Sofía será la única del curso que acabe de camarera en Mcdonald’s y probablemente la echen porque no sepa dar los cambios bien» o «Veo tu futuro tan color sotana que apenas merece la pena ayudarte a sacar la asignatura» o «Como sigas haciendo preguntas te prometo que doy una patada en la boca» o «Lo mejor que podrías hacer es irte de martir bien lejos y desaparecer» o «Si tienes algo de suerte te casarás bien y al menos tus padrés podrán perderte de vista»

Estos comentarios eran un continuo goteo en mi día a día. Yo me esforzadaba en clase pero me costaba sacar las notas que deseaba para acceder a la carrera que quería. Nunca pude demostrar de una forma objetiva que no me puntuaban bien o que mis profesoras me hacían bullying, pero estaba plenamente convencida.

En el bachiller me habían puesto una media de 7.7. Todas mis profesoras sabían que necesitaba una media de 8 para entrar a la carrera que quería hacer. ¿Que pasó? Que cuando hice la prueba de Selectividad, aunque no estudie más de lo que había estudiado para mis exámenes finales, mi media fue de 9.3. Dí buena media y me metí a Ingeniería Aeronáutica.

¿A qué viene todo esto?

Bueno, pues viene a que yo terminé mi carrera, hice mi máster y a día de hoy trabajo de jefa de proyectos en una gran empresa de aviones comerciales y militares. Y el otro día me encontré con una de mas profesoras que solía hacerme la vida imposible.

Yo iba con mi marido, con nuestro hijo Pablo (de 4 años) y en el carrito llevábamos a Joel (de 3 mesitos). Entonces alguien dijo mi nombre desde atrás, miré y enseguida la reconocí.

Ella se acercó a ver a Joel, me dio la enhorabuena y me dijo entre risas «Espero que no sean tan guerreros como lo fuiste tú».

Entonces, yo con una sonrisa y un tono muy dulce le dije «Yo nunca fui una oveja que seguía a un pastor hacia un precipicio. Sé que muchas de mis compañeras eran más fáciles, pero mira cómo son las cosas, que aunque os empeñasteis en anularme, 15 años después aquí estoy, con la mejor carrera profesional de mi promoción y con la mente muy tranquila porque sé que nunca someteré a mis hijos a gentuza como vosotras».

Ella se quedó de piedra y así, elegantemente seguí hacía delante y no volví a mirar atrás.

Quizás fui una bocazas, quizás fui una impertinente, quizás me pasé de la raya. Pero os juro que ni una cagada después de 3 días de tapón me hubiera dejado más a gusto.

 

Anónimo

 

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