Hay momentos en la vida de los que te acordarás siempre. Tu primer beso, el primer desamor, un viaje con alguna amiga, una caída bochornosa… Dentro de mi extensa lista, se encuentra la vez en la que los vecinos vinieron a mi casa preocupados por no saber si tenían que llamar a la Policía al «oírme gritar».

Todo sucedió hace unos años, cuando mi pareja estaba de viaje en Alemania por trabajo y se me ocurrió decirle a mi amiga que se quedase a dormir en mi casa. Veríamos pelis, cenaríamos a lo grande y no faltarían porquerías como palomitas o chuches. (Adoro esos planes, son los mejores del mundo).

Cómo no sabíamos qué ver, se nos ocurrió poner la última adaptación de Stephen King que estaba entre las recomendadas de Netflix. No sé si habréis visto muchas de este autor, pero aunque ponga “terror” no suele ir más allá del suspense. Por eso las veo vaya, soy una cagueta en toda regla. Esta se llamaba «El juego de Gerald».

El argumento sonaba muy interesante: una pareja que quería darle vidilla a su rutina sexual atándose en la cama. Se marchan a su casa de campo y el marido ata a su mujer al somier con unas esposas, pero a este, en mitad de todo, le da un infarto y se muere. ¿Problema? LA MUJER NO TIENE COJONES DE QUITARSE LAS ESPOSAS.

Y entonces piensas, “coño, va a morir allí deshidratada y por inanición”. Pero eso no es lo terrorífico de la película. Es que casualmente, se había escapado de un psiquiátrico un maníaco asesino y estaba por la zona. Con lo cual se sumaba el factor de “asesino que aparecerá y te dará un susto de muerte”, of course.

¿Ya veis por donde va la cosa no? Bueno, lo que tiene Stephen King es que sabe crear ambiente, por lo que nos pudimos pasar como una hora de película viendo a la mujer sufrir durante días, quedarse inconsciente, intentar soltarse haciéndose daño en las muñecas… todo mientras sabías que había un loco suelto por ahí y que en algún momento entraría en la casa.

Ahora viene la escena que recordaré toda mi vida. Mientras la mujer dormía, vimos como entraba un perro en su habitación (no sé de dónde cojones salió) y se puso a lamerle los pies.

Ella reconoció los lametones y se reía, imaginándose en su propio sueño a un perro. En los siguientes segundos, se despertó y levantó la cabeza, haciéndonos ver que de repente, no era un puto perro, sino el maníaco lamiéndoles los puñeteros pies con cara de asesino, loco, muerto y su puñeterísima madre. 

No es algo que te esperases cojones. Estabas viendo a un perro y de repente, con una música estridente, era ese puto loco. JODER!!!! VAYA SUSTO!!! Nos dio un miedo terrible… y tanto que nos dio… DEL GRITO QUE PEGÓ MI AMIGA VINIERON LOS VECINOS CREYENDO QUE LA QUE GRITABA ERA YO.

Por supuesto, yo no paraba de descojonarme. Imaginaros la situación: esa sorprendente escena nos pegó un buen susto a las dos, pero no me esperaba ese grito jajaja. ¡Y eran como las 2 de la madrugada! La paré, me descojoné y sonó la puerta.

Mis vecinos, con toda la preocupación del mundo, preguntándome si pasaba algo y les tuve que contar el percance. Por supuesto me disculpé muchísimo y lo entendieron.

Tras esa noche me quedaron claras dos cosas: la primera, que no puedo ver pelis de miedo con mi amiga, y la segunda, que estoy bien protegida por mis vecinos.