¿Cuántas veces hemos esperado algunos momentos con todas nuestras ansias? Momentos que solo imaginarlos hace que se nos pongan unas cosquillas en el estómago de lo nervios que nos causan, fantaseando con lo maravillosos que serán.

Poner demasiadas expectativas en algo, por lo general, causa que el resultado nos defraude. Dicen que quien mucho espera, se decepciona, y que quien nada espera, se sorprende.

Quizás deberíamos aprender a vivir las experiencias como algo que puede tener múltiples resultados y no esperar siempre el más idealizado, y de este modo, posiblemente nos contentaría más lo vivido.

 

Pues bien, hemos recopilado algunos de los momentos TOP que todas hemos vivido con unas expectativas que casi nunca se alcanzaron.
Momentos que están idealizados por nosotras, por nuestro entorno, por la sociedad, y hasta por las hadas del bosque.
Momentos que ya no es que nos hiciera ilusión vivir, si no que nos metieron en la cabeza desde siempre que cuando lo hiciéramos, serían inolvidables.
Lo que no nos contaron, es que tal vez sean inolvidables pero justo por lo contrario a lo que deberían ser. Por resultar un fracaso total y decepcionante.
Y NO PASA NADA.
Cuanto antes asumamos que no vivimos en un cuento Disney (aunque mucho mejor, por cierto), y que la vida no puede ser siempre ideal, estar calculada al milímetro y que no podemos controlar todo lo que pasa, mejor nos irá.

Por tanto, allá va una breve lista de momentos socialmente mitificados que pueden ser una decepción, y no pasa nada:

  • La NOCHE de bodas: Así, con mayúsculas. Esa noche en la que tantas novias preparan su mejor lencería de color blanco (que posiblemente jamás vuelvan a utilizar), que tanto les cuesta encontrar para que se ajuste a las formas de su vestido y a la vez sea sexy, o para ponerse al llegar a la suite nupcial. Esa noche en que, reconozcámoslo, por lo general nadie va a descubrir nada nuevo. El siglo pasado algunas podían vivir su primera vez (otro momento ahora mitificado y catastrófico), pero ahora… Ahora descubrimos el secreto de la vida mucho antes de dar el “Sí, quiero” (¡y menos mal!).
    Por lo que no debemos poner tantas expectativas en la noche de bodas; no vas a descubrir nada nuevo, estaréis más cansados que en vuestras vidas de vivir un largo día lleno de emociones y protagonismo, y posiblemente con alguna copa de más lo único que os apetezca sea llegar al catre y acostaros con él y no con vuestro recién estrenado cónyuge.

  • Cumplir los 18: Cuando eres adolescente y te enrabietas con tus progenitores piensas “cuando tenga 18 haré lo que me dé la gana”. ¡Já! MENTIRA. “Cuando seas padre comerás huevos”. Harás lo que te dé la gana cuando tengas tu propio sueldo y vivas bajo tu propio techo, y aún así no harás lo que te dé la gana, siempre tendrás la voz interior que haga de pepito grillo, mamá, papá o quien sea. Y te digo una cosa, cuando llegue esa “ansiada libertad” querrás volver atrás y no tener que asumir la responsabilidad de todo lo que te pase. Qué fácil era cuando nuestra única obligación era estudiar, tenías un plato de comida en la mesa sin preocuparte de cómo había llegado allí y tu cama siempre estaba lista sin pagar un alquiler.
  • Pedida de mano: Aunque esto como concepto queda un poco “demodé”, ya que ahora nadie le pide al padre de la novia su mano (Por favor, no me digáis que no es así y todavía pasa). Y menos mal. Que otro decidiera por ti tu futuro marital es de las mejores cosas que hemos superado. Total, que en el presente aún sigue habiendo gente que pasa por la vicaría, y para llegar a ello hay muchos modos de hacerlo.
    Peeeero, aquí las habrá más pragmáticas y más soñadoras. Lo que Hollywood (mi siempre ejemplo de lo que NO debe ser) nos ha inculcado son esas pedidas ante una “Kiss Cam”; en medio de un campo de un partido de Béisbol; en un restaurante en medio de una cena romántica de San Valentín (¿En serio?, ¿San Valentín sigue existiendo?); o en medio de una sesión de cine en que el novio se las ingenia para salir en la “película” haciendo la gran pregunta.
    Bueno sin tanta exageración, es un momento que suele esperarse, al menos, romántico sea quien sea de los dos el que formule la pregunta. Pues no suele ser así. Quizás alguna de vosotras haya tenido una pedida bonita, romántica e inolvidable (hipócrita yo, que la tuve preciosa sin esperarlo jamás), pero por norma suele ser una simple conversación entre una pareja para dar un paso más en su relación. Incluso el encargado de la “petición” puede ponerse tan nervioso que en lugar de romántico se pone rarito y borde. En todo caso, no es un momento sobre el que tener grandes expectativas, lo importante es lo que vendrá a partir de ahí.
  • Acudir a la pelu con una foto: Y ahora lo explico; esa melena que viste en Instagram con unas mechas balayage, babylights o californianas impresionantes; ese corte radical que necesitas y que tiene todo el estilazo; o ese rubio que nunca te atreviste a ponerte y quieres exactamente como el de la foto. Todo lo imaginable, esas fotos que ves y las quieres traspasadas a ti YA.
    Acudes a tu peluquería de cabecera, si es que no te pones a buscar alguna especializada por San Google, y llegas allí toda emocionada, le enseñas a la peluquera la foto y te promete ese resultado. Va pasando la sesión, y poco a poco vas viendo que el resultado que pedías no tiene mucho que ver con lo que está pasando en tu cabeza, pero decides no adelantarte a los acontecimientos; a ver el resultado.
    Bueno, ya os lo adelanto; el resultado NUNCA es el de la foto. Es imposible, y si existe alguna por ahí que lo haya tenido QUE NOS CUENTE SU EXPERIENCIA CON LA BRUJERÍA.

  • Las primeras veces en general: No podía ponerlas una a una porque me mandaríais a pasear, pero recordad todas esas primeras veces que esperabais con ansia y fueron un asco. Tu primer beso (¡puaj!), tu primer novio (todas lo tenían así que creías que era algo guay, y luego bah, pues tampoco era para tanto, parece que era “lo que tocaba”), tu primer trabajo (allá vas, creyéndote toda una ejecutiva, o al menos, toda una profesional del gremio que sea, y cuando pasas tu primera jornada te preguntas: “¿En serio?, ¿Esto tendré que hacer toda mi vida para subsistir?”), la primera vez que conduces (emmm ¿parecía más fácil no?).
  • La prueba del vestido de novia: ¡AY, AMIGAS, cuánto daño ha hecho Divinity!. Que sí, que habrá novias que se pongan su vestido y lloren junto a sus acompañantes de la emoción (Really??). Pero lo normal es que sea un simple trámite al que acudirás con mucha mucha ilusión, o por el contrario puede ser un momento que solo imaginar te produce urticaria.
    Pero vamos, que lo general no es que te pruebes un vestido y tu madre llore diciendo “ES ESE”, tu hermana siga con un “ES CON LO QUE SOÑÁBAMOS”, y tu te gires y tapándote la boca del asombro, te veas en el espejo, y digas “OH! DIOS MÍO, SÍ, LO ES, ES MI VESTIDO” y os abracéis esperando que el precio no sea exorbitado y si lo es lo negociáis con la dependienta (lo que digo, cuánto daño ha hecho el programa “¡Sí!, Quiero ese vestido”). No. Lo normal será que te pruebes vestidos, que odies la mayoría, y uno te guste, puede que hasta te encante (esto si no tienes problemas para encontrar el que adoras en tu talla) pero ya. Tampoco tus acompañantes tienen que sentir esa emoción, puede que solo sean opiniones objetivas sobre lo que te queda bien o no, y que les haga ilusión verte feliz. Incluso puede que te decepcione su actitud, pero es que un vestido no puede determinar nunca la felicidad de nadie aunque sea el que compres con más ilusión de tu vida.

En definitiva, que cada momento y cada circunstancia de cada persona tienen un millón de variables que hacen que pueda ser mágico, inolvidable o una bazofia. Y como siempre os digo; NO PASA NADA.
Todo lo que nos decepciona y las cosas malas, tienen su parte buena, de todo aprendemos. Al fin y al cabo, todos los momentos son transitorios, y eso es lo que hace que sobrevivamos a los malos y que anhelemos los buenos.

Como escribí una vez en un día lleno de emociones (de esos en los que tienes muchas expectativas, pero en este caso sí se superaron, porque a veces también pasa):

“Momentos: vivimos entre el deseo de que lleguen y el miedo de que pasen de largo sin darnos cuenta. Y es que la vida es eso, la espera de instantes que ansiamos vivir y el recuerdo de lo efímeros que resultaron.”

Y vosotras, ¿Qué momentos habéis esperado con ansia y al llegar fueron un fracaso?

Marta Freire