SI, LLEVO A MIS HIJOS CON CORREAS Y NO, NO TIENEN COMPLEJO DE PERROS

Las correas para los peques son como la pizza con piña: o las amas o las odias.

Cuando ves a alguien usándolas en sus retoños, el mundo se divide en dos: los que te aplauden por usarlas, y los que te critican por ello.

 

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Como siempre me gusta ser la nota discordante y como fiel defensora de la pizza con piña, dejadme ser la primera que defienda el uso de las correas para niños.

Estaréis hasta el moño de leer que tengo mellizos, y que, además, me han salido capullos (mas o menos como comentaba mi compañera por aquí), así que las correas han sido la única forma que he encontrado que me funcione cuando de salir a la calle con los enanos se refiere.

Entre semana mi marido trabaja, así que si quiero salir de casa (y quiero, quiero estar todo el día por fuera para que los peques se cansen, si no, no duermen), tengo que hacerlo sola.

¿Cómo controlas a dos niños de 3 años, tu sola, a la vez que empujas el carro? Porque el carro hay que llevarlo, si no en algún momento deciden que ya han andado lo suficiente y me toca llevar a los dos en brazos.

El primer día que me atreví a hacerlo estábamos en un centro comercial, entre semana y por la mañana para minimizar la cantidad de gente que había. Yo pensé, los saco, cada uno se agarra a un lado del carro, y damos un paseo.

30 segundos más tarde, mi hijo estaba subiendo por las escaleras mecánicas de mi izquierda, mientras mi hija intentaba trepar por la vaca de exposición que había en la tienda de juguetes a mi derecha. ¿El carro? Abandonado 100 metros más atrás, mientras yo intentaba dividirme en dos por mitosis. Por suerte, una chica muy amable que trabajaba en una de las tiendas me vio y vino a socorrerme.

Como soy de Aragón, a cabezuda no me gana nadie, así que unos días más tarde decidí volver a intentarlo. Les expliqué en casa que tenían que darme la manita, y que tenían que portarse bien y hacerle caso a mamá. Incluso estuvimos practicando en el jardín. Pero ¡ay, amigas!, en el momento que abrí la puerta de casa ambos salieron corriendo. Y como no, en direcciones opuestas. Me tocó gritarle a mi marido que estaba trabajando la planta de arriba para que bajara a socorrerme y entre los dos conseguimos reducirles y meterlos a casa.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. En mi caso, yo soy más de tropezar 548376 veces con ella, y, además, me la llevo a casa de recuerdo.

Así que, al día siguiente lo volví a intentar. Les saqué de casa con el carro, como siempre, y cuando llegamos a un parque muy grande que hay cerquita de casa les saqué para que fueran un rato andando. Como os estaréis imaginando, 30 segundos más tarde mi hijo corría como si estuviera poseído hacia la zona de los columpios, y mi hija corría en dirección opuesta hacia el lago. Esa vez me salvó la vecina, que estaba paseando al perro y cogió a mi hija al vuelo para que yo fuera a por el chico.

Y es que yo debo de estar muy floja, pero no puedo llevarles el ritmo ni de casualidad. Un enano mío corriendo es más rápido que un velociraptor.

Finalmente, admití mi derrota y me lancé en picado a buscar correas.

Desde el primer día funcionaron de maravilla. Yo las sujeto con una mano, y con la otra llevo el carro. Ya, hasta hay días que me atrevo a no llevarlo. De vez en cuando intentan irse corriendo, pero la correa se encarga de pararlos.

Ellos van seguros, y yo no muero de un infartito cada vez que pienso en salir.

Por la calle me han dicho de todo. Desde que parecen perros, hasta una mujer que me amenazó con llamar a los servicios sociales por maltrato infantil.

Vamos a ver, ellos van seguros, no les causa ningún daño, y nos permite hacer cosas que, de otra manera serian completamente inviables. ¿Dónde está el problema? ¿Qué coño te importa a ti, completo desconocido, como decida yo criar a mis hijos? ¿Me meto yo con tus formas de crianza? Déjame vivir a mi manera.

Los peques, os alegrara saber que siguen identificándose como niños (bueno, a veces como bebés cuando quieren abrazos). Pero ni han empezado a ladrar ni a levantar la patita en las esquinas cuando quieren mear. No se creen perros ni nada por el estilo.

De hecho, yo creo que les ha venido muy bien. Ahora, en cuanto les digo que nos vamos, van los dos a coger su mochilita, se la ponen y me dan la cuerda para que se la sujete.

Andrea M.