Mi trauma con el peso viene de lejos. Años en los que la familia lo señalara como algo negativo, han conseguido que mi relación con el peso se convierta en motivo de vergüenza. Así que teniendo en cuenta que asocio mi peso con humillación, he optado por no decírselo a nadie, nunca, jamás de los jamases. Ni bajo tortura china.
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Una de las primeras veces que tuve que enfrentarme al peso en público fue en 5º de EGB (fui la última generación de la EGB, amichis). Pues una profesora de cuando la gimnasia se llamaba gimnasia y no educación física, se le ocurrió la fantástica idea de pesarnos y medirnos a todos en público. Yo ya tenía el trauma latente en mi interior y sabía que al pesarme en público iba a convertirse en un infierno. Después de pasar el mal trago de subirme a aquella báscula y de que gritara como si estuviéramos en la mili las tallas de todos, nos dijo que si podíamos cogernos con la mano michelines o pinzas de carnecita, que estábamos gordos. Recuerdo aquella frase como si me la hubieran grabado a fuego. Una gran manera de educar en la equidad y la igualdad de formas y tamaños. Lamentable.
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Al cabo de los años, una persona muy cercana a mi entorno y a la que tenía en gran estima, estaba embarazada. Estábamos comentando sus miedos entorno al parto, cuando me confesó que había pedido un deseo muy profundamente y lo único que quería es que su hija fuera alta y delgada. Esta frase lapidaria me decepcionó soberanamente. Me pareció un síntoma de que algo en nuestra sociedad no iba bien y que estábamos en un camino de no retorno. Yo, con mis redondeces, me estaba enfrentando a una mujer a la que quería y respetaba mucho, con criterio,  y que lo único le importaba NO es que su hija fuese feliz, estuviera sana, fuera divertida o inteligente. Lo único que de verdad deseaba era que fuera alta y delgada. Fue un jarrazo de agua fría bestial, al tiempo que me dejaba claro que yo, ni alta ni delgada, NO iba a poder tener nunca lo que era mejor en la vida.
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Ligado a esto, otro de los momentos estrella en torno al peso vinieron con mis propios embarazos. Es horrible cada vez que vas el ginecólogo te pesan y te miran con cara de pocos amigos. Pero lo peor de todo llegó en el momento de la epidural, cuando me pusieron la dosis y seguía teniendo unas contracciones horrorosas. Yo totalmente traumatizada pensaba que no me había hecho efecto por todos los kilos que me había echado encima durante el embarazo. En serio, así soy yo. Cuando me examinó una matrona me confirmó que la epidural me había hecho efecto perfectamente, que lo que pasaba es que ya estaba de parto y era hora de empujar. Así que mi rollo con el peso, fue una paranoia que me monté yo solita. Incluso en una situación así, el peso era el primer culpable de todo, bajo mi hijo puta fantástico punto de vista.
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Y os estaréis preguntando que esta muchacha, que tanto trauma tiene, ¿cuánto pesará? ¿Cuánto medirá? Pues según el famoso Índice de Masa Corporal tengo un sobrepeso moderado o grado I, como el 20% de la población española. Vamos, que me sobran 5 kilos, pero llevo toda mi vida luchando contra el sobrepeso.
Gracias a WeLoverSize me he dado cuenta que arrastro una relación con el peso y con la comida muy poco sana. Puedo culpar a mi familia o a mis experiencias, pero como adulta es hora de dejar de culpar a los demás y reconciliarme con mi cuerpo.
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Cuando odias tu peso o te avergüenzas de él, te estás odiando a ti misma y avergonzándote de ti. Y eso sencillamente está prohibido loversizers. Debemos aprender a amar cada centímetro de nuestro cuerpo, cada michelín o cada estría. Porque son nuestros y no tienen nada de malo. Bellezas del mundo: ¡quereros mucho por encima de números y de cifras! Yo lo estoy intentando.

Firmado. The perfect wife