No me digas que no tengo voluntad.
No me digas que si quiero adelgazar lo que tengo que hacer es comer menos y moverme más.
No me digas que tengo que aceptar mi cuerpo tal como es.
No me digas que tu amiga lo ha logrado cambiando la leche entera por la leche desnatada.
¿De verdad crees que no lo he intentado?
Llevo toda la vida haciendo caso de todo lo que me han dicho, he probado todas las dietas que existen y todas las formas de obligarme a hacer ejercicio.
He intentado que no me importe, acostumbrarme a ser una «curvy».
Me he preguntado millones de veces ¿qué más puedo hacer? ¿Por qué hay gente que come más que yo y mantiene su peso? ¿Por qué hay gente que no hace ejercicio y está flaca?
¿Por qué hay gente que con un cuerpo más grande que el mío es feliz?
Y he encontrado muchísimas respuestas, y he conseguido adelgazar en algunas ocasiones, a lo largo de mi vida he podido perder fácilmente una tonelada. Y habré recuperado 3.
Siempre un poco más.
Así que no me digas que me falta voluntad, cuando una vez tras otra lo vuelvo a intentar, a pesar de mis fracasos, a pesar de toda la incomprensión, a pesar de sentir todas las miradas sobre mí, a pesar de que lo que más me cueste sea vivir conmigo misma…
A voluntad no me gana nadie.
A trabajo personal en este tema poca gente.
Y no. No ha sido fácil. No fue fácil removerme entera por dentro, y tener que reconocer partes de mi que no me gustaban.
Mi sobrepeso me esconde, me protege, me mantiene en contacto con gente o cosas que he perdido, me ayuda a expiar muchísimas culpas, me asegura que tendré reservas por si en el futuro hay carencia, me hace pertenecer a mi familia, me ayuda a resistir…
Entender todo esto hace que sea menos doloroso.
Y ahora puedo ser amable conmigo. Puedo entenderme, aceptarme y cuidarme porque me importo, no porque odio mi cuerpo.
Ha sido un largo trabajo pero no imagino mejor forma de conocerme y evolucionar.
Así que no me digas que es cuestión de voluntad.
La gente que consigue estar delgada no tiene ni la mitad de voluntad que yo, ni que tú.