Cuando entre en la universidad sufrí una “liberación sexual”. Hasta entonces siempre había vivido en un entorno muy religioso y estricto en el que hablar de sexo estaba totalmente prohibido. Aunque había salido con chicos y habíamos hecho algunas cosas, mi vagina era territorio inexplorado. Suma dos y dos y el resultado es cuatro: en la universidad me harté a follar.

A mis esporádicos compañeros de cama se sumaron las noches de confesiones con mis amigas de clase, en las que descubrí algo… Yo era la única que no se masturbaba.

Recuerdo el día en el que dije en voz alta que jamás me había tocado ahí abajo, que jamás había conseguido correrme con un relato erótico, con un video porno o con mi propia imaginación. Todas me miraron como si acabase de confesar un crimen, y de puro cachondeo me regalaron un vibrador por mi cumpleaños.

Aunque era una broma, a mí me causó más quebraderos de cabeza que risas, porque por mucho que lo intentaba no le encontraba la gracia. ¿Cómo es posible que cuando folle disfrute al máximo pero al masturbarme me resulte imposible correrme? ¿No suele ser al revés?

Estas preguntas taladraron mi cabeza durante años. Yo seguía intentándolo, pero a más lo intentaba más me frustraba.

“Y si no me sé masturbar…”

“Y si todo esto es por la educación religiosa de mi familia…”

“Y si tengo un problema…”

Y la bola se hizo más y más grande hasta que fui a una psicóloga maravillosa que me hizo ver que la normalidad es un concepto tan absurdo como innecesario, y que no había nada malo en mí.

Ahora lo digo con orgullo y no me siento mal ni me castigo:

No me masturbo.

No lo hago porque no me gusta, porque prefiero mil cosas antes que eso, porque me conozco perfectamente y sé lo que me da placer, y ni mis dedos, ni un vibrador, ni un estimulador de clítoris lo hacen plenamente.

Eso sí, con el tiempo he logrado correrme masturbándome. Me compré un aparatito que si bien es maravilloso, no me gusta usar en solitario. Prefiero incorporarlo a mis relaciones de pareja porque me divierto más. Y lo siento para quien lo piense, pero eso no tiene nada de malo.

El sexo es algo único, algo que nos debe proporcionar placer y no malestar, y que cada uno vive como quiere. Algunas personas disfrutan del sexo en solitario, otras del sexo en pareja, otras de ambas. ¿Hay un libro en el que venga escrito lo que está bien o mal? No, hay una sociedad que nos dice lo que es común y lo que no, y yo me niego a adaptarme a eso. Soy libre para masturbarme y libre para decidir que NO QUIERO hacerlo.