Al principio de la cuarentena nos bombardearon con consejos sobre cómo sacarle el máximo partido posible a esta situación: calendarios para ser más productivas, rutinas de deporte, listas infinitas de cursos gratuitos, clases online de yoga y pilates, recursos para practicar meditación, cuentas de psicólogos enfocadas en salud mental, festivales de música en directo, recitales de poesía, etc. Cuando vi todas las posibilidades, me llené de optimismo y motivación. “Esta cuarentena voy a dedicarme al fin tiempo para mí”, pensé. 

 

 

Llevamos ya veinte días entre las paredes de nuestras casas y, en primer lugar, me gustaría decir que estoy infinitamente agradecida a todas esas personas que están creando contenido para ayudar a todos los que estamos en casa, incluidas todas mis compañeras de Weloversize, que día a día se sientan frente al ordenador y piensan qué pueden escribir para hacer que todo esto sea lo más llevadero posible. Gracias a todo este apoyo colectivo, he tenido días buenos donde me he reído con memes, he visto películas que quería ver desde hace siglos, he intentado (alguna vez con más éxito que otras) hacer alguna receta que me hiciera ilusión y he probado a hacer yoga con distintas cuentas aunque eche infinitamente de menos a mi profesora.

Pero esto nos son las vacaciones paradisíacas que todos estábamos esperando. También he tenido días muy malos en los que solo he querido hacerme una bola y no salir de las sábanas. Hay muchas noches que me acuesto con presión en el pecho y evito mirar las noticias porque me siento pequeña e impotente y me duele no saber cuánto tiempo me queda antes de volver a abrazar a los míos. Y, por si no fueran suficientes todos estos sentimientos, durante toda esta semana ha empezado a sumarse la culpabilidad, que es justamente lo que menos necesitamos ante esta situación. 

Culpabilidad porque no he empezado ni la mitad de las cosas que me propuse cuando todo esto empezó. Culpabilidad porque hay días que ni siquiera me apetece quitarme el pijama, por mucho que lo desaconsejen. Culpabilidad porque me pongo a hacer ejercicio y a veces no duro ni cinco minutos, porque ha habido horas que me he pasado mirando una pantalla en blanco sin que la inspiración se asome ni para recordarme el día en el que estamos. Pero, justo en medio de esta culpabilidad, he comprendido que lo que más necesitamos ahora no es sobrecargarnos con una lista infinita de tareas, sino darnos espacio para sentir todas nuestras emociones y acompañarnos con cariño.

Así que, chicas, en estos momentos me parece importante recordar que no pasa nada si no nos apetece hacer ejercicio, si lloramos y no sabemos explicar exactamente por qué, si estamos asustadas por los nuestros o por el resto de personas que sabemos que están sufriendo, si comemos más hidratos que de costumbre o si la hazaña más grande del día es haber hecho la cama. Ahora mismo no nos hace falta cargarnos a las espaldas más responsabilidades de las necesarias. Por lo tanto, yo me he prometido dejar de intentar ser productiva en este tiempo y hacer lo que sienta cada día, tanto si es leer poesía como si es estar tumbada en el sofá con una infusión en la mano, darme un baño o sentarme al lado de la ventana a contemplar el cielo, porque es lo más cerca que estoy de la naturaleza. Ya habrá tiempo para todo lo demás.

 

 

Con todos los cambios que están habiendo ahora mismo, tanto a nivel colectivo como individual, necesitamos tratarnos lo mejor que podemos, buscar toda la compasión y cariño que tenemos dentro y cuidarnos más que nunca.