Si convirtiera mis consejos en sexualidad en mi profesión, ¡Joder! Mi cuenta bancaria tendría otro color. Hoy vengo a explicaros una historia donde la protagonista no fui yo. 

Una disfrutona del follo con fatatas y gran insistente en la comunicación sexual con nuestra pareja de juego. Aquella que repite mil veces que para que podamos gozar de un placer completo, debemos descubrirnos a nosotras mismas tocándonos, acariciándonos y masturbándonos. Y es aquí donde empieza todo.

Las personas que forman parte de mi vida, no se escandalizan por formar parte de conversaciones subidas de tono, o donde se comparten experiencias dónde se escucha primer y después se prueba. Cuántas cervezas hemos compartido mientras explicábamos como comerse bien un coño…

Imagino que es por ello por lo que tal vez no me sorprendí demasiado cuando recibí esa llamada de consulta, pero sí el como acabé formando parte de su eco orgásmico. 

Ella vivió el sexo de joven sin plantearse demasiado qué debía sentir. Follar era follar, y tal vez no tenía la capacidad de tener un orgasmo. Le gustaba por la excitación del momento y porque de vez en cuando sentía ese cosquilleo entre las piernas, pero correrse, lo que era correrse del gusto como muchas veces le había explicado, no lo había hecho. 

Llegamos a la edad adulta y con ella, su relación estable… El amor de su vida. Todo lo que había soñado encontrar en un hombre, lo tenía él. Compartían aficiones, manera de ver y vivir la vida. Compartían gustos y deseos de futuro. Todo encajaba. Fueron creando unas bases sólidas, pero… ¿Un pero? 

El sexo… ¡Mierda! Le gustaba el sexo con él, pero… ¡HABÍA UN PERO! No llegaba al orgasmo. ¿Será que algo no funciona bien que no puedo correrme? Me gusta mucho tener sexo con él, pero llega un momento en el que me frustro. 

  • Ehm… y cuando te masturbas llegas al orgasmo?
  • Bueno… yo es que no me masturbo.
  • Vaaaaaaaaaaaaaaaaale amiga, empecemos por ahí. Verás ¿pelis porno? ¡MENTIRA PODRIDA! Las mujeres somos muy clitorianas y con el mete saca, es pdifícil que alcances el orgasmo. 
  • Pero puedes llegar a correrte con la penetración…
  • Si claro, pero porque con el movimiento de culebra encuentras la posición donde rozas tu clítoris para que todo esté estimulado. Haz una cosa… ¿Sigues teniendo esa bala que te regalé? 
  • Si, sin estrenar.
  • Ya te vale… Pues ve sacándola de la caja. Un día que estés en casa tranquila y con tiempo… Mímate. Acaríciate, explora tu cuerpo. En la ducha, en la cama… donde estés cómoda. Y busca el punto clave… estimula tu clítoris y ves paseando por donde te guste. ¡¡¡Hazlo y me cuentas!!!
  • Uff… ¡Me da vergüenza! 
  • Tía, no me jodas… Si no te conoces tú a ti misma ¿Cómo vas a saber cómo te gusta follar?
  • … ya te explicaré…

¡¡¡Y vaya si me explicó!!! La querida amiga dejó de lado su vergüenza heredada porque de la masturbación femenina no se habla… Y si no se habla de ella, ¿cómo nos atrevemos a hacerlo sin ser mal vistas incluso a ser juzgadas por nosotras mismas?

Esa tarde llegó a su casa… Desempaquetó esa bala clitoriana que le había regalado hacía ya bastante tiempo y encontró la manera de encenderla deslizando la base de silicona al lado contrario de la base. Vibración suave y a la ducha… De la ducha bailó a la cama, de la cama bailó a donde pilló porque una vez iniciado su primer orgasmo completo ¡¡¡no quería parar!!! 

¿Qué como lo sé? Porque al acabar y prácticamente todavía jadeando me llamó…

  • ¡Joder joder joder! ¿Qué puta mierda me he estado perdiendo todos estos años?
  • JAJAJAJA! Te dije que me llamaras para explicarme, pero cabrona ¡no quería ser partícipe de tu orgasmo en directo! 

En realidad, fue muy divertido escucharle hablar entrecortadamente, porque fue el inicio de su descubrimiento. El inicio de su “ni un orgasmo perdido”. Ahora compartimos opiniones sobre cuál es nuestra nueva adquisición de nuestra caja del placer. 

Felices orgasmos queridas.

Carpatho’s Queen