Con el tiempo entiendes que una madre y un padre son sagrados, ni se les levanta la voz ni se les discute, que una hermana siempre será tu otra mitad, no sólo genéticamente sino también en vivencias, recuerdos y sentimientos. Que los sobrinos hacen más llevadera la larga espera de los hijos propios. Que la familia de sangre también se elige y mientras haya respeto te quedas con quien no te sientes juzgado. Que amigos de bares tienes mil, pero de los de verdad, de los que luchan la batalla contigo y conocen tu infierno, de esos tienes muy pocos. Que los compañeros de trabajo se convierten en amigos cuando les abres la puerta de tu casa y de tu corazón sin normas ni modales. Y que el resto seguirá siendo solo eso, compañeros de mesa, de horario o de conversaciones de besugo frente al espejo del baño.
Aprendes a aceptar tus curvas, tus canas y tus arrugas. Que las estrías hablan de tus vivencias. A no luchar contra la genética pero a seguir sumando salud. Aprendes a aceptar las consecuencias de tu lengua desmedida, tu pérdida de control ante la indignación, tus lágrimas incontrolables en los momentos menos esperados. Conoces bien que la prudencia es una virtud de la cual careces pero que siempre tienes como objetivo, que ir de frente no siempre es lo mejor y que el suavón de la clase, hoy triunfa.
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Descubres que todo pasa y que todo queda ¡¡y bendito eso que queda!! Que cuando te hundes en barro hay que salir cuanto antes, ya te limpiarás como sea y cuando sea. Que hay que querer mucho, amar mucho y enamorarse mucho. Pero follar es otra cosa, eso sí que hay que hacerlo mucho y bien, porque hay mucho malfollado por el mundo. De esos que están pendiente de tu vida porque la suya no les llena pero tampoco hacen nada por cambiarla, de esos estamos rodeados.
Y sólo cuando aceptas todo esto empiezas a disfrutar del viaje. Los lunes los conviertes en sábado porque las semanas no acaban en domingo, los mejores planes son los improvisados, sonríes con el alma (eso lo hace muy poca gente) y ya solo te desnudas en casa, para los cuerpos que saben a hogar.
Y ese día decides amarte y respetarte por cómo eres y no por lo que demás quieren que seas.
No viajo para conocer ciudades, viajo para encontrarme conmigo

Sonia Camacho