Nos liamos con 15, pero no nos casamos hasta los 45

 

Apuesto a que muchas de las que me estáis leyendo habéis tenido un amor adolescente que os ha marcado para toda la vida. Puede que vuestra relación con ese chico o chica durara años, puede que unos meses, unos días, o que continúe en la actualidad.

Sea como sea, ese primer amor en esa etapa tan delicada se queda grabado a fuego. Para bien y para mal.

En mi caso, fue un amorío de instituto, duró algo menos de dos cursos y, aun así, significó un antes y un después en mi existencia.

Fue mi primera relación seria, la persona con la que me inicié en el sexo y el chico con el que comparé a todos los que conocí después de él.

Nos liamos con 15, pero no nos casamos hasta los 45
Foto de Griet Dewijngaert en Pexels

Porque lo nuestro fue bonito y excitante, pero se rompió de forma abrupta y muy dolorosa.

Durante un tiempo ni siquiera nos hablamos, aunque al final el cariño y la nostalgia pudieron más y retomamos el contacto. Lo nuestro estaba más que superado, ya solo podíamos ser amigos. O eso me dije cuando quedamos aquella tarde para ponernos al día después de meses sin vernos. Para la que había estrenado un conjunto de ropa interior y en la que él me contó lo ilusionado que estaba con una chica.

Me obligué a creérmelo, hice borrón y cuenta nueva.

Lo llevé bien, de hecho, poco después empecé a salir con un chico. Y luego con otro.

Y, justo cuando él me buscó a mí, no sé si con ropa interior nueva o no, fue mi turno de decirle que estaba enamorada. No llegó a confesármelo entonces, pero el día que le conté que había conocido al chico con el que creía que me iba a casar, él había planeado besarme.

 

Nos liamos con 15, pero no nos casamos hasta los 45

 

Ya nunca sabremos qué hubiera pasado si se hubiera lanzado antes de que yo le hablara del hombre con el que terminaría pasando por el altar. Me he preguntado muchas veces si me hubiera hecho cambiar de opinión. Si le hubiese rechazado o si lo hubiera dejado todo para volver con él.

 

 

En cualquier caso, no lo hizo.

Seguimos siendo amigos, de esos que se ven muy de cuando en cuando. De los que se mandan un mensaje cada cierto tiempo para preguntar qué tal va todo y se comentan mutuamente las publicaciones de las redes.

Así fuimos viendo pasar el uno la vida del otro. Las fotos de nuestras respectivas bodas. Los logros profesionales. Las mudanzas. Los nacimientos de los hijos.

La ausencia de actividad debido a una mala racha.

Nos divorciamos el mismo año, con unos meses de diferencia y por causas totalmente ajenas a nuestro pasado juntos. Hablamos del trance que estábamos pasando en varias ocasiones, pero ninguno de los dos propició un encuentro en persona.

Tardamos casi otro año más en vernos, y lo hicimos en un tanatorio.

Después del fallecimiento de su padre intenté estar más presente. Él me necesitaba como amiga y ese fue el papel que interpreté, porque yo tampoco estaba preparada todavía para interpretar otro tipo de rol.

Sin embargo, los meses fueron pasando, su pena fue disminuyendo, la sombra de nuestros ex se fue desvaneciendo, nuestros momentos juntos fueron aumentando, nuestros sentimientos fueron definiéndose…

Nos liamos con 15, pero no nos casamos hasta los 45
Foto de Kindel Media en Pexels

Y un buen día fui yo la que le besó.

Casi treinta años, dos matrimonios, tres criaturas, dos divorcios y varias idas y venidas después de la primera vez que nos besamos. Y no pensamos dejar de hacerlo.

Ya que nosotros nos liamos con 15, pero no nos casamos hasta los 45. Porque el nuestro comenzó siendo un amor rápido e intenso que nunca fue mejor que cuando lo tomamos con distancia y cocinado a fuego lento.

 

Marta

 

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