**Relato ficticio **

 

Después de Navidad descubrí que mi ex me había puesto tremendos cuernos, llevaba casi siete meses de relación con una compañera del trabajo, a la que incluso yo, le enviaba recetas de cocina. 

Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que pudiera haber algo entre ellos, pues simplemente son como el agua y el aceite. Pero parece ser que eso fue el causante de “la chispa” entre ellos. 

El caso es que tenía unos días libres en el trabajo por acumular guardias y demás, así que cuando mis amigos me propusieron ir con ellos a un apartamento vacacional que habían alquilado en la costa del Sol, no lo dudé. En estos meses me había dedicado a trabajar y trabajar para olvidar todas las mierdas que me pasaban por la cabeza. 

He de decir que tengo una relación increíble con ellos, pero en ocasiones me agobiaba muchísimo por el jaleo que hacía el niño que tienen de cinco años. Total, que, para evadirme y desconectar, cuando terminábamos de comer y tal me bajaba a la piscina del residencial, en la lavandería encontré una estantería con libros en varios idiomas y de diversos géneros, así que agarré uno que me hiciera pensar lo menos posible. 

Copa en mano, libro romántico con algunas escenas algo candentes, y un buen remojón de vez en cuando para combatir el calor, pasaban las horas en el agradable edificio. 

Los vecinos eran variopintos, de diferentes nacionalidades, una pareja en especial llamaba siempre mi atención, no sé bien de donde eran, pero el caso es que parecía que estaba viendo una película porno. No se cortaban, aunque hubiera menores buceando en la piscina, si él le tenía que meter la mano dentro del diminuto bikini para satisfacer a su chica lo hacía. 

Pues el caso es que entre las escenas del agua y las del libro, de vez en cuando tocaba darme un chapuzón para bajar el calentón que pillaba, más después de llevar tanto tiempo sin un buen polvo. Lo curioso, es que este chico, el cual desconozco su nombre se había percatado de mis indiscretas y lascivas miradas. 

Una de las noches, bastante agobiada me bajé a la piscina, se supone que no puedes entrar a la zona de baño a ciertas horas, pero el calor era insoportable y mis amigos en pleno romance, que oye, no les iba a cortar el rollo, así que me bajé. El agua estaba tremenda, tan solo las luces de la piscina y las de seguridad, y el caso, es que, en el sereno de la noche, todo se escucha. Me detuve a mirar de donde venía la acalorada discusión que no llegaba a comprender, y pude ver al atractivo internacional saliendo de su apartamento cerrando la puerta con un golpe en seco. Se apontocó en la barandilla y se dio cuenta de mi presencia. Yo ni corta ni perezosa, lo miré con descaro a la vez que me quitaba la parte de arriba del bikini y lo sacaba del agua. Pude ver como se tensó, cuando me di media vuelta ya no estaba. Menuda idiota pensé. No había pasado ni un minuto cuando lo sentí meterse en el agua.

No hicieron falta las palabras, comenzó a besarme de forma desesperada, sus manos me agarraban fuerte del culo a la vez que lo rodeaba con las piernas por la cintura y de forma salvaje follamos como si el mundo llegara a su fin. El mejor polvo de mi vida, sin duda.

A la tarde siguiente, cuando lo volví a ver en la piscina besando a la novia como si nada hubiera sucedido ahí mismo la noche anterior, no sentí ni un ápice de remordimiento. No era yo quien tenía que respetar una relación, aunque en cierto modo sentí algo de pena por la chica, pensé en decirle lo que había pasado, pero es algo que no me correspondía a mí. Después de esa tarde, nunca más lo volví a ver. 

 

Anónimo