Era una tarde cualquiera en la que, hablando de todo y de nada, menciono un pasaje de mi vida que viví con mi exnovio. Lo que cuento es algo muy específico de su cultura, así que mi actual novio me pregunta por su procedencia y le explico que era subsahariano. De raza negra. Él no me preguntó cosas sobre la relación, sobre cómo nos conocimos o por qué se terminó, no. Se activaron todos los estereotipos y quiso saber cómo iba aquel de bien o mal dotado.

Por si os pasa, os doy un consejo: no reaccionéis como yo. Yo me reí por lo directo que fue con la pregunta y porque me hizo gracia que mostrara interés por eso. Él se lo tomó como la risita tonta de la que recuerda cuánto de bien se la follaban hacía uno o dos años. Ahora siento la “culpa” (si se puede llamar así) de haber contribuido a un nuevo complejo de mi chico.

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Ellos y su obsesión por el tamaño

Se pudo quedar en una anécdota, pero mi reacción lo puso nervioso, me insistió y acabé reconociendo que sí, que estaba bien dotado. Nuevo error: revelar información sobre el tamaño de un ex, y más si la tiene más grande que tu actual pareja.

No se conformó con saber que era grande y quiso saber cuánto de grande. Así que colocó sus dedos índices en paralelo y a una distancia que él creía que coincidiría con el tamaño de la polla de mi ex.

—¿Era así?

—No.

—[Ampliando la distancia entre sus dedos índice] ¿Así?

—Que noooo.

—[Agregando más distancia] Me cago en mi vida. ¿Asííííííí?

—Joder, que no sé, no me acuerdo.

No se lo creyó, pero, como me notaba mosqueada, no quiso insistir.

Otro día, después de una sesión íntima, me pidió que no me molestara ante la pregunta que me iba a hacer. Le digo que no se preocupe, en guardia por lo que pudiera venir, y me pregunta que si considero que él folla bien o no. Le digo que muy bien, que me gusta mucho, que estoy 100% satisfecha y que si esa era la pregunta tan indiscreta que tenía que hacerme. Y él me suelta:

—¿Te gusta más conmigo o con tu ex?

Y ahí vino un tercer error: decirle que solo era diferente.

¿Terminaremos en terapia?

Empecé a preocuparme cuando, en los polvos siguientes, se puso a insistir con las innovaciones y con las preguntas sobre si me gustaba en esta postura o en aquella. Parecía que necesitaba nota como el que acaba de completar el salto del potro en gimnasia. A mi chico, de repente, le entró una obsesión enfermiza al sentir que no daba la talla.

Le he dicho por activa y por pasiva que el tamaño de la polla no me resulta determinante a la hora de sentir placer. Me encanta hacerlo con él por cómo toca, cómo besa y cómo se mueve. Y sí, también me gusta mucho la penetración, pero esa solo es una parte más del sexo. ¡No hay por qué darle la máxima importancia! Ni tampoco tiene él por qué asumir toda la responsabilidad de que el polvo sea bueno o malo.

Creo que, sin querer, he despertado en mi chico una inseguridad que está presente en todos los hombres, de algún modo. Los tíos se pasan la vida haciéndose comentarios sobre el tamaño de sus miembros. Cuando se quieren molestar entre ellos, supuestamente en plan coña, se acusan de tenerla pequeña. Se ponen motes en relación a sus tamaños y endiosan al miembro del grupo que vaya mejor armado. Rulaba en mi grupo la foto del miembro de un amigo junto a un vaso de tubo.

Además de la presión que se meten entre ellos, muchos llevan viendo porno desde los 12 años o antes. Los de mi generación robaban pelis en VHS a su tío el solterón, y a los de ahora les basta con introducir las palabras mágicas en el buscador. Y ahí empieza el desfile de pollazas y de mete-saca que, por cómo jadea la chica, ellos creen que le está encantando.

De poco sirve decirles que no les hace falta cipote olímpico para proporcionar placer sexual, ni que tanto tamaño puede acabar haciendo daño, ni que la mayoría de los tíos entran en la horquilla media. Siento que es para nada cualquier cosa que le diga porque esto no es una cuestión objetiva de tamaño, sino algo cultural, de género, de ego o yo qué coño sé. Espero que se le pase, porque temo que acabemos en terapia por un tema tan menor.

Anónimo

 

[Texto reescrito por una colaboradora a partir de un testimonio real]