¿Cómo dice el refranero español?… “nunca digas nunca”, “de esta agua no beberé” … a mí me gusta más este que dice: “no escupas al cielo que a la cara no te caiga”. Es lo que me dan ganas de decirle al personaje del que os voy a hablar. Y no, no es un relato de chica despechada sino una reflexión de vida que todos nos deberíamos aplicar.

Hace unos años conocí a un chico, bueno, el chico ya era un hombre hecho y derecho. Era doce años mayor que yo. Total, os ahorraré la parte de la historia sobre cómo nos conocimos porque no viene al caso. La cuestión es que hubo feeling entre nosotros según nos vimos. Era la clase de chico que yo pensaba que NUNCA me fijaría en él. Un heavy de los pies a la cabeza. Con su pelo largo y rubio, recogido en una trenza, su piercing en la ceja. Los ojos azules más bonitos que había visto hasta entonces y una mirada penetrante que me hacía mojar las bragas. Tal cual. Tenía ese punto entre chico pasota y picarón que mola. No sé si me entendéis. El típico que da un tira y afloja.

Yo nunca

 

Había tonteo entre nosotros, pero no las tenía todas conmigo porque, tan pronto era cercano como que de repente no. Nos pasamos la tarde-noche del mismo día que nos conocimos juntos, nos bañamos en la playa y no pasó nada de nada. Nos dimos los móviles y quedamos para la mañana siguiente, pero al final no pudo ser. Al despertarme por la mañana vi un WhatsApp de él en el que me invitaba a su casa en Madrid, donde no había playa, pero podía mojarme de formas diferentes. Vamos, una proposición de folling folling en toda regla.

Efectivamente, a las pocas semanas quedamos y pasó de todo todito. Eran casi mis primeras experiencias sexuales, con alguien doce años mayor. Yo no sabía qué hacer, pero con él me sentía tranquila y en calma. Empecé entonces a idealizar una posible relación con alguien mayor (que siempre da morbo) que nunca llegó. Aquí empezaron las excusas y los YO NUNCA. Me empezó a decir que cuando yo quisiera salir de fiesta él ya tendría ganas de quedarse en casa, que yo aún tenía que vivir mucho como para atarme en una relación con él, Y (atención) que además con él no iba a tener oportunidad de futuro porque nunca iba a ser padre ni se iba a casar ni “movidas de esas”, de las que yo sí quería, decía…

Al final resultó que a mí me estaba despachando (vamos, dando calabazas) porque ya tenía a otra, la que hoy es su pareja y… (redoble de tambores) con la que va a ser PADRE en unos meses (lo sé porque encima me despertó hace unos días dándome la súper noticia) Sí, lo sé, muy majo él. ¿Y ahora qué? El que NUNCA iba a ser padre, al que casi le daban alergia los bebés. ¿Os dais cuenta? Él se cerraba una puerta en rotundo a la paternidad, y yo por la misma razón he dejado de conocer a muchos chicos que “lo tienen súper claro”. Porque, es cierto, nunca se sabe. Por mucho que digan que no, y que no, y que no… luego la vida da un giro de 360º y te sorprende.

Sorpresa

Pero llega un momento en la vida en el que quieres estabilidad con alguien con quien crear un proyecto de futuro común. Si ya de entrada te dicen que con ellos jamás vas a tener nada de eso, pues… no sé vosotras, pero a mí se me quitan las ganas de seguir avanzando con alguien con quien sé que no tendré muchas de las cosas que yo quiero en mi vida.

Los “yo nunca” al igual que los “para siempre” creo que son palabras vacías. Muertas en significado y forma si nosotros mismos no les ayudamos a que tengan sentido. Decir que nunca haremos algo es como no decir nada, porque en cierto modo, estamos afirmando algo sobre el futuro y, dejadme que os diga que en las predicciones de futuro fallan desde Rappel hasta Esperanza Gracia. Nadie sabe lo que pasará. La vida da muchas vueltas, a veces todo va como queremos y de buenas a primeras se nos pone todo patas arriba. Es como tener las preguntas y las respuestas y de buenas a primeras… esas preguntas cambian y las respuestas que ya tenías, no valen para nada.

“Yo nunca me volveré a enamorar”. Y con el tiempo, vuelves a tener una nueva ilusión. “Yo nunca necesitaré tu ayuda”, y con el tiempo necesitar a esa persona. “Yo nunca seré madre”, y de repente encontrar a la persona con quien quieres multiplicar amor. En fin… jamás digamos “yo nunca”.

Yo nunca

Con los “para siempre” es más de lo mismo. Es la parte bonita de los “yo nunca”. Decir que vamos a estar para siempre con alguien y luego acabar como el rosario de la aurora. Pensar que una amistad será infinita y acabar perdiendo el contacto, la relación… Chicas, a lo que voy es que lo único que tenemos seguro es el presente, y aunque a algunos (entre los que me incluyo) nos encante pensar en el futuro y cómo será, no podemos hacer otra cosa que vivir el momento que tenemos delante. Tenemos que aprender a valorar lo que la vida nos brinda en cada instante. Porque hoy estamos aquí, pero mañana no lo sabemos y, ¿realmente vamos a dejar de disfrutar el “ahora” esperando o “prediciendo” lo que pasará mañana?

No demos nada por hecho ni hagamos afirmaciones rotundas, no sea que en más de una ocasión la vida nos de una cura de humildad y nos calle la boca.